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La enfermera de turno abrió la puerta de la habitación y su sonrisa se borró al notar que ninguno de los dos pacientes estaba en sus camillas

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La enfermera de turno abrió la puerta de la habitación y su sonrisa se borró al notar que ninguno de los dos pacientes estaba en sus camillas.

Mientras una sonrisa se borraba, otras dos se hacían más grandes con el pasar de los segundos. Agarrados de las manos, con la respiración agitada y risas cómplices.

—¿Ya se fueron? —preguntó Izuku.

Katsuki se asomó para ver y, al observar cómo dos enfermeras se daban la vuelta para buscar en otro lado, sonrió.

—Avancemos, creo que ya estamos cerca. Pude ver un lugar genial desde las ventanas —comentó el cenizo.

Se aferró a la calidez de Izuku y tiró de él nuevamente para seguir caminando.

—¿Dónde estamos? —Izuku volvió a preguntar, esta vez un poco temeroso.

Sentía algo extraño al avanzar y notó que ya no era madera lo que pisaba, sino algo más metálico.

—Estamos en el ascensor —informó Katsuki.

El pecoso se alertó, trató de agarrarse mejor de Katsuki, incluso si solo tenía a su disposición un brazo.

—¿Ya se cerraron las puertas? —La pregunta salió con duda. En su voz era palpable el temor que empezaba a surgir desde el fondo de su estómago.

Ante aquella temblorosa voz, Katsuki se volvió más consciente cuando el ascensor empezó a moverse y el pecoso retrocedió con miedo.

—Mierda —exclamó, dándose cuenta de que había cometido un error.

Katsuki se giró de golpe y ayudó a Izuku para que se apoyara en una de las paredes, luego se colocó delante de él como una especie de muro para mantener el equilibrio del pecoso, que parecía tambalearse por la poca estabilidad que le ofrecía el ascensor al bajar.

—¿Kats... Ka...? Oye, lo siento por no avisarte —murmuró Izuku.

—¿Que tenías miedo a los ascensores? Descuida, fue mi error por no preguntar —Katsuki tuvo que bajar la voz al estar cerca del pecoso. Bajó la cabeza un poco para poder ver aquellos ojos—. Lo único que debes lamentar es no poder pronunciar mi precioso nombre.

Ante lo dicho por Katsuki, Izuku se sonrojó. No podía imaginar qué tan rojo se encontraba su rostro. A pesar de poder hablar con fluidez, aún había ciertas palabras que se le dificultaban luego de sufrir afasia en el pasado.

—L-lo siento...

Una risita baja hizo temblar al pecoso.

—Descuida, yo ni siquiera te he llamado por tu nombre ni una sola vez.

—Bueno, eso es verdad —cayó en cuenta.

—Sin embargo, yo sí puedo pronunciar tu nombre a la perfección.

Izuku infló sus mejillas y luego soltó el aire sin poder contradecirlo.

—Si tú lo dices —murmuró con cierto descaro en su voz.

BASTÓN || bkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora