Capítulo 4. Adaptarse

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Abril subía los escalones con las piernas temblando y el corazón en la boca. Iba hacía la casa de Samantha.

¡Había recibido una llamada de ella!

Pensó que iba a morir de la emoción. Aún sigue viva, pero no por mucho o eso cree.

Era domingo, el sol brillaba en lo más alto, resplandeciente. Se supone que era su día libre y la guardería ese día cerraba temprano. Samantha le había pedido que fuera a su hogar y cuidara de su hija.

Se suponía también, que Samantha pasaba los domingos con su pequeña, pero había recibido una llamada para algo importante en la empresa que trabajaba. Por eso tenía que salir y no podía dejar a su cachorra sola.

Estaba halagado, pues que fuera la primera persona en ser llamada por la semirubia para que cuidara de su pequeña mostraba que confiaba en ella. Samantha le había dicho que le iba a recompensar después.

Decir que no estaba algo ansioso por eso sería mentira.

Ahora estaba al frente de la casa, tragó saliva fuertemente y con su mano temblorosa tocó el timbre. Espero unos segundos antes de que la puerta se abriera, era Samantha y tenía su traje a medio arreglar.

-¡Ari, me alegra que llegaras tan rápido! -la alfa se hizo a un lado para que pudiera entrar.

Cuando lo hizo, el aroma a cedro lo golpeó en la cara fuertemente, todo el sitio olía a ella, era su territorio y entendía que lo hiciera. También había un ligero aroma a cachorro en el aire, el lugar era espacioso y ordenado.

Samantha era una madre responsable y lo sabía. Miró como la semirubia acomodaba su corbata y se ponía su chaqueta, de verdad esa junta debía ser importante, pues ese traje de marca negro no era para solo una reunión con amigos.

-Hazel está durmiendo su siesta en el segundo cuarto por el pasillo, también es mi cuarto, pero eso no importa. Hay papilla en la nevera y unos biberones ya arreglados, cualquier cosa me llamas. -Samantha terminaba de arreglar su traje mientras hablaba, recogió sus llaves y salió por el pasillo hacía la puerta. Abril miró un maletín sobre una silla, lo tomó y fue tras ella.

-¿Esto no es importante? -Samantha se estaba arreglando los zapatos en la entrada, volteó para verlo y le sonrió.

-Sí. Gracias, Ari. -esperó a que estuviera de pie para poder darle el maletín. Samantha lo tomó, luego pasó una mano atrás de su cuello y la atrajo hacía ella para darle un beso en la frente- Vuelvo a las nueve, lo prometo.

La alfa salió, dejándola allí en el pasillo con su rostro rojo y su corazón latiendo fuerte en su pecho. La misma sensación cálida de antes se instaló en su estómago.

Volvió despacio por el pasillo y caminó hasta donde estaba la pequeña Hazel. Abrió la puerta despacio y casi cae al suelo; el aroma de la alfa era mucho más fuerte allí.

-Oh, joder. -jadeó. Por suerte la pequeña Hazel dormía tranquila y no la vería tan vulnerable. Caminó hasta la cama y tomó una de las almohadas para pegarla a su rostro- Es tan bueno -momentos después se dió cuenta de lo que hacía, sacudió su cabeza y dejó la almohada en su lugar. Fue hasta la cuna en donde dormía la pequeña, era adorable ver como se chupaba un dedito mientras estaba entre sueños.

-Cosita preciosa. -acarició su cabello con cariño. Hazel arrugó su pequeña nariz y abriendo los ojos poco a poco, fijó su mirada en ella- Perdón por despertarte, si quieres puedes seguir durmiendo. -susurró, pero la pequeña tenía otros planes. Ahora estaba completamente despierta y sentada en su cuna, estirando sus bracitos hacia ella.

-¡Ba-bi! -exclamó con una sonrisa y la ojimarrón sabía lo que quería. La cargó poniéndola sobre su hombro, Hazel acercó su rostro a su cuello aspirando su aroma.

¿Mami? | Rivari G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora