XXI

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"Lo que todos llaman cobardia"

Samia

II

—¿Psicóloga?—pregunté estupefacta, mientras me congelaba en mi lugar.

—Sí, no es tan difícil y aunque la paga es mediocre, no trabajarás tanto.

Parpadee varias veces intentando ver si aquello me despertaba del sueño,pero no, no era un sueño.

—Pero Sandra, yo no soy psicóloga, yo soy...

—Lo sé, lo sé, eres pedagoga ¿y?— preguntó abriendo sus ojos y me plasmé más, se veían las líneas rojas dentro de sus ojos casi llegando hasta sus pupila, en lugar de darme confianza, eso me ponía más nerviosa—a nadie le importa eso.

Yo desde un principio no entendí absolutamente nada, pues ella hablaba como si fuera un tema con simpleza y sin importancia.

—Es una universidad, los chicos están ocupados y no les interesa para nada ir al psicólogo—dijo mientras empezaba a revisar con gran primordial sus uñas donde resaltaba un esmalte rojo.

—¿Entonces para que quieren una psicóloga?

—El director sigue necio con que hay cada vez más personas inestables mentalmente y que es alarmante el número de deserciones escolares.

Abrí mis ojos ahora yo, eso significaba que era algo serio, algo que debía tratar un especialista y yo solo había estudiado para dar clases a niños.

—¿Pero entonces no deberías buscar a alguien mejor?

Sentí como mis manos sudaban cada vez más, yo era una persona fuerte, pero siempre me daba nervios hablar con personas que eran superiores a mi, por eso sentía como mi garganta ardía y mis piernas temblaban con facilidad.

—Solo necesito a alguien que se siente en una silla y escuche las estúpidas quejas de gente inmadura Samia, no estaré gastando dinero que me puede servir para algo más productivo.

—Pero los chicos..

—Si los chicos decertan, mejor para nosotros—dijo mientras rodaba los ojos al interrumpirme—eso significará menos competencia para los que de verdad sirven para algo.

Algo de ella me molestaba demaciado, la actitud con la que se movía frente a mis ojos, el tono de voz que impactaba mis tímpanos y más que nada la facilidad con la que sus palabras me lastimaban, uniéndome en un humillante abismo.

¿Dónde estoy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora