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Leah

—¡Para el coche! —grito, y Finn me echa un vistazo extrañado—. Para, para, para —insisto, observando la colorida fachada pintada de girasoles de Nugget Markets.

Mi amigo ojea el espejo retrovisor antes de disminuir la velocidad y echarse hacia un lado. Se detiene junto a la fila de vehículos aparcados en batería y alza las cejas expectante.

—¿Necesitas comprar algo? —pregunta Kadal desde el asiento trasero.

—No —respondo distraída. Tengo la atención puesta en el chico que está sentado en el banco con forma de mariposa que hay a la entrada del supermercado. Las dos alas que configuran el respaldo parecen brotar de su espalda desde esa perspectiva—. Aparca ahí mismo —le sugiero a Finn, señalando un hueco entre una furgoneta y una moto.

Evitará que Azel se percate de nuestra presencia.

—¿Ese es tu hermano? —pregunta Finn, siguiendo la dirección de mi mirada. Después hace lo que le pido y estaciona—. ¿Quieres hablar con él?

—No. Quiero saber qué se trae entre manos —respondo.

Finn lo contempla con el ceño fruncido antes de regresar su atención a mí.

—¿Por qué? ¿Crees que está metido en drogas? Tiene pinta de que los únicos polvos que prueba son los batidos proteicos.

De la parte de atrás nos llega una risa burlona mientras yo pongo una mueca al comprobar que a mi amigo le gusta el aspecto de mi supuesto hermano. Mi follaamigo ocasional, para ser más precisos.

Desde que rompí con mi ex, Finn y yo somos amigos con derecho. Durante los meses de mi recuperación tras el accidente me negué a aceptar la ayuda de Kadal porque no quería que su vida se centrara en mis problemas. Ella se implica demasiado emocionalmente y si le hubiese permitido hacer de mamá gallina conmigo, las dos habríamos acabado hundidas en la desesperación. En cambio, Finn es un tipo impasible, que atravesaba también una mala racha por conflictos con su padre. Una cosa llevó a la otra, habitual en las historias clichés con chicas heridas y chicos malos guapos. Y milagrosamente, nada cambió después de enrollarnos. Seguimos siendo amigos y seguimos liandonos de vez en cuando, sin malos rollos de exclusividad y posesión. No obstante, me sienta mal que se fije en Azel y me pregunto qué historia le habrán metido a él en la cabeza.

—Todo el mundo sabe que el mejor lugar para pillar es la entrada de Nugget Markets a las tres de la tarde —interviene Kadal, con un tono cargado de ironía.

Siseo para que se callen cuando veo a otro tipo bajarse de una pick-up roja y dirigirse al alienígena. No es Seth, este chico es igual de alto, un poco más fornido y con rasgos afroamericanos.

Miro a Finn de reojo para ver su reacción ante el recién llegado, pero su rostro no refleja nada y tampoco Kadal da muestras de reconocerlo.

Se planta tieso frente a mi supuesto hermano y lo saluda con un gesto extraño, llevándose la mano a la garganta y dejándola caer al instante. Azel no imita el gesto, sino que lo invita a sentarse junto a él con un movimiento de cabeza.

—Mierda... —murmuro y abro la puerta.

—¿A dónde vas? —me pregunta Finn.

—Necesito saber qué están hablando.

Me muerdo los labios sin saber muy bien qué hacer. Hay un palet con cajas de fruta bajo el soportal de la entrada, pero no puedo llegar ahí sin que me vean acercarme.

—¿Qué demonios te pasa hoy, Leah? —me interroga Kadal—. Primero nos haces entrar en cuatro perfumerías preguntando por el mismo perfume en todas ellas y ahora quieres espiar a tu hermano.

El Lector de Pecados (Dark Romantasy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora