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Azel

No hay nada peor que trabajar con un grupo de incompetentes. Mi equipo actual es el peor que me ha tocado en siglos. Seth y Tomt están logrando que eche de menos al capullo de Ronnie. Por lo menos, con él de administrativo, no había cagadas con el papeleo ni me adjudicaban anfitriones que no corresponden. Y Josephine será una tarada que le prende fuego a tus cejas mientras duermes, pero es una arquitecta diligente que nunca me ha dejado tirado, con una humana molesta que desconfía de mi coartada. 

Cuando mi abuela era mi jefa y me quejaba de alguno de sus procedimientos, solía decir: "Otro peor vendrá que buena me hará." Ahora me doy cuenta de que la víbora tenía razón. Pena que no se lo dijera antes de mandarla al otro barrio.

Sonrío cuando me doy cuenta de que la echo de menos.

Ronnie se ha desternillado de la risa cuando le he contado el desastroso inicio de la misión y que echaba de menos los tiempos en los que él, Josephine y yo, trabajábamos para mi abuela. La víbora, como la apodábamos.

No puedo culparle por burlarse. Está en casa tan tranquilo mientras yo me derrito en el calor de Sacramento, con un administrativo descuidado y un arquitecto inepto, que no ha sido capaz de arreglar a mi "hermanita", y sufriendo las consecuencias de sendos errores. He estado a punto de pedirle que me hiciera el favor de intervenir y enmendar el error de Seth con Leah, pero me abstuvo la idea de joderle al novato la primera misión. Le daré un poco más de margen e insistiré en que vuelva a comprobar por qué la chica rechaza su arquitectura.

Suelto un bufido y me contengo de poner los ojos en blanco cuando me choco con ella al salir del baño de la planta de abajo de los Li. Lleva dos días siguiéndome por toda la casa como si fuera mi sombra; no puedo ni usar el baño sin que me pise los talones.

—Leah... qué pena, un segundo antes y me hubieras podido limpiar el trasero —digo con una sonrisa forzada.

No me cuesta nada jugar el papel de un joven veinteañero, pero hacerme el bueno no me ha funcionado nunca. Además, tengo comprobado que a los humanos de esa edad, chicos y chicas por igual, les llama más la rebeldía, lo diferente, lo que anhelan y no tienen cojones de expresar. Lo malo, vamos. Y de eso me sobra.

Ella pone cara de tomar nota mental de que tengo necesidades fisiológicas y eso me hace sonreír de verdad. Me da casi pena ver cómo se devana los sesos por entender y controlar una situación que está tan fuera de su alcance. Su mirada me destripa con una mezcla de miedo y curiosidad, y una procesión de dudas danza tras sus ojos.

—Eres asqueroso —me informa.

—Para alguien que opina que soy asqueroso tienes serios problemas para alejarte de mí. —Me cruzo de brazos e inclino la cabeza—. ¿Tienes complejo de mosca cojonera o algo así?

Traga saliva y echa un vistazo al otro lado del pasillo, pero no hay rastro de ninguno de los miembros masculinos del clan Li.

—No sé si lo sabías, pero vivo aquí —replica entonces, y sé que se muerde la lengua para no decir algo como "al contrario que tú".

Es tan fácil leer sus emociones y me encanta hacerlo porque son del tipo que me nutre: ira, rabia y deseo de venganza. Tan potentes que casi ocultan su miedo y la preocupación porque no sabe qué esperar de mí. Aún está fingiendo que se cree lo de que soy su hermano mayor, pero ambos sabemos que no es cierto, ya que en un arrebato de estupidez muy común en mí le enseñé que puedo cerrar y abrir puertas a mi antojo, y no creo que le parezca normal que su hermano tenga poderes sobrenaturales.

—¿Aquí en... mi nariz? —me burlo, tocándome la punta—. ¿No tienes nada mejor que hacer? —Examino su aspecto antes de lanzar mis deducciones—. Como... escuchar a Billie Eilish, comprarte más ropa asexual o ver porno japonés.

El Lector de Pecados (Dark Romantasy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora