CAPÍTULO 2

59 9 2
                                    

Desde el inicio del viaje, Yuji ha sido tratado como un prisionero más. Luego de aceptar el acuerdo, le colocaron gruesos grilletes en manos y piernas, las cadenas son lo suficientemente largas para dejarle dar algunos pasos, pero no más que eso. Sus raciones de comida son la mitad o incluso un tercio de lo que el resto come en cada tiempo, se podría decir que incluso los perros comen mejor que él. Aunque comparado con el trato en las minas de sal, digamos que este es relativamente mejor.

El cambio de clima ha comenzado a hacerse notorio a medida que avanzan, el frío ha empezado a calar en los huesos de Yuji y el resto no parece siquiera preocuparse por el nuevo capricho del príncipe. El atardecer está cerca, y todo pinta a que la noche será aún peor, pero aun si intentan dejarlo morir de hipotermia, no les dará el gusto.

Dado que está por anochecer, Satoru decidió que lo mejor sería acampar y continuar con su camino al amanecer. Los soldados han montado tiendas mientras Yuji permanece en el carruaje que es una pequeña jaula, su nueva prisión como él llama.

El silencio ha sido su mejor aliado desde que salió de las minas de sal, cada noche planea como sobrevivir y llegar al siguiente día. Las ganas de rendirse son enormes en algunos momentos, pero el recordar a sus camaradas le da un poco de esperanza cada día.

– Si los miras así solo los provocarás e intentarán matarte con más ganas. – advirtió la mano del príncipe al acercarse de forma sigilosa por la parte trasera del carruaje.

– No es mi culpa que sea unos débiles. – señaló sus grilletes – Recurren a esto porque aun en mi condición saben que no son competencia para mí. Los mataría en un instante. – esbozó una siniestra sonrisa, provocando al mayor.

– Cuida tus palabras, asesino. – llevó su mano a la empuñadura de su espada. – Si estás aquí es por gracia del príncipe. – miró con asco al joven pelirrosa al tiempo que rodeaba la pequeña prisión. – Deberías estar agradecido de que te sacara de esa pocilga. – continuó arremetiendo, intentando provocarlo para tener una excusa para deshacerse de él. Después de todo, la vida de todos los presentes se puso en riesgo desde que Satoru decidió que él sería su campeón, si el rey toma los actos de su hijo como una rebelión, todos serán ejecutados por traición.

Yuji simplemente se limitó a reír, sabía su posición ante él. Podía ganarle sin problemas a los guardias, pero enfrentarse al azabache era un acto suicida, si era la mano del príncipe, estaba seguro de que debía tratarse de uno de los mejores y más eficientes combatientes del reino, pues según sus vagos recuerdos, solo aquellos de gran confianza y poder son asignados a la protección de la realeza.

– ¿Te comieron la lengua los ratones? – continuaba siseando con desprecio. Solo necesitaba una maldita razón, un pretexto para detener el infierno que se va a desatar al llegar al castillo.

Suguru había escuchado de sus hazañas como asesino, de su eficiencia en combate y la versatilidad de sus reacciones y toma de decisiones en momentos de alta presión, una imagen digna de temer, un nombre digno de una leyenda. Sin embargo, el hombre frente a él, no era más que una sombra de lo que alguna vez fue su grandeza, tenía la confianza suficiente de luchar contra él sin dudar de su victoria.

– ¿Crees que no sé lo que haces? – por fin habló el pelirrosa – Puede que ahora no sea rival para ti, pero te aseguro que una vez recupere mi forma tendremos un duelo y me aseguraré de llevarme tu cabeza como premio. – ágilmente, una afilada hoja fue blandida contra su cuello generando un superficial corte.

Sus miradas conectan dejando ver el deseo primitivo de ambos para acabar con su rival. La sangre hierve, el corazón se acelera y todos los sentidos se agudizan con una única idea en mente, sobrevivir y acabar con su oponente.

AST - EL CAMPEÓN DEL PRÍNCIPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora