Después de su derrota ante el príncipe, Yuji fue llevado al área de “confinamiento” donde algunos guardias lo golpearon un poco sin tocar su rostro, claro. Entre risas y groserías le dejaron adolorido, tirado en el frío suelo. Convencerlo o intimidarlo era el objetivo, pues tener el favor del futuro monarca era más importante que cualquier otra cosa.
– Más vale que respondas a su majestad de forma correcta. – advirtió uno de ellos antes de salir, para que el resto simplemente se riera en su cara.
– ¡Malditos!– gruñó con enojo. No solo le dolía el cuerpo por los golpes, le dolía el alma por todas esas humillaciones. Era un asesino experimentado, y aún así esta ahí encerrado. Se maldecía por no haber sido más fuerte, inteligente, y hábil para haber evitado caer en la trampa, pero era inútil ya. No era de su agrado pensar en volverse campeón del príncipe, su orgullo le impedía postrarse ante él, pero ¿acaso había otra opción?
Si se negaba lo matarían tan pronto como el príncipe se marchara, a él y sus antiguos compañeros. Básicamente, negarse implicaba sentenciarlos a todos a muerte. Mientras que aceptar significaba dejar de lado su orgullo y principios y someterse a todo aquello que fervientemente ha rechazado desde el día que lo perdió todo.
Sin entender el cómo o el por qué, aquellos dolorosos recuerdos parecieron desbloquearse de nuevo.
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12 AÑOS ANTES
En las lejanas tierras del norte, una familia de nobles se encargaba del control de la frontera. Los Itadori, de linaje tan antiguo como el de la misma casa real han servido al reino por generaciones y durante muchos reinados sus hijos e hijas fueron dados en matrimonio a la casa real para conservar la pureza de la sangre de la corona. Y no solo eso, muchas de las manos del rey durante generaciones pertenecieron a la familia más leal del reino.
Todo esto cambió con el repentino ascenso de Yaga al trono. Este traicionó a su padre y en secreto planeó juntos a otros caballeros el quitarle la vida, por supuesto, los Itadori se opusieron al vil plan y con ellos firmaron su sentencia de muerte.
Tan pronto como el antiguo monarca fue derrocado y asesinado, Yaga tomo el trono y ordenó la ejecución de todos sus detractores, incluida la familia de su esposa. La hermosa mujer de cabellos blanco advirtió a su hermano, lamentablemente fue descubierta y por ello fue sentenciada a morir de forma humillante en la plaza pública más grande del reino. Su hijo, Satoru, fue testigo de aquel horripilante acto. La mujer fue dec4pit4d4 y su cabeza fue exhibida como trofeo y advertencia para aquellos que intentaran traicionar al nuevo rey.
Aún sabiendo el destino que les esperaba, Jin y Kaori se negaron a huir, pues si morían, lo harían fieles al reino, no dejarían que la tiranía de Yaga manchara sus nombre, ni el de su familia. Lo único que hicieron fue asegurarse de salvar la vida de su pequeño de 6 años, un niño de alegre sonrisa y vibrantes ojos dorados, Yuji. El día del ataque ninguno de los progenitores opuso resistencia, solo necesitaban comprar tiempo para salvar a Yuji. De igual forma, la servidumbre, fiel a la casa, no dudó en sacrificar sus vidas con tal de darle al pequeño una oportunidad para sobrevivir.
Por más que quisieron conservar su inocencia, el niño vio a muchos morir, algo cruel para un corazón tan puro como el de aquel pequeño. Como última orden de su fiel servidor, Yuji huyó al bosque para salvaguardar su vida, pero el infierno que ahí le esperaba era solo él inicio de sus desgracias.
– Ya no puedo más. – lloraba escondido en una pequeña cueva. Estaba empapado, tenía hambre y frío. – Mamá, papá, tengo miedo. – gemía bajito, y se abrazaba a sí mismo con fuerza. Durante esos días que llevaba en el bosque, no habían dejado de buscarlo los caballeros del reino, ya que su misión era acabar con todos los miembros de aquella antigua familia.
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AST - EL CAMPEÓN DEL PRÍNCIPE
Hayran Kurgu- Tú - señala con su dedo al joven de cabellos rosados. - Ven aquí - ordena y uno de los guardias lo arrastra frente al príncipe. Antes de que puedan cruzar palabras el resto de los guardias regresa a los demás a sus celdas. Tan pronto como se qued...