cinco

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Extendió las manos suavemente cuando el llanto del cielo se descargó de las nubes grises. Felix permitió que le mojara los brazos y le enfriara la piel. A lo lejos, las montañas parecían albergar el secreto de aquel día. La oscuridad venía a lo lejos, a pesar de que la luz apenas había salido. El Omega aspiró profundamente, podía sentir el aroma de la corteza húmeda de los árboles, la tierra, la grama y las flores silvestres. Debajo de él, el agua danzaba plácidamente con la lluvia.

Felix se volvió, mojado, despeinado y con los extremos de su vestido blanco húmedo en lluvia. Sus risueños ojos observaron al hombre recostado entre sus almohadones, su pequeño nido de Omega. El rubio se acercó, con los ojos dilatados y la atención completa a la espalda ancha y los brazos fuertes. El cabello oscuro de Hyunjin aún estaba amarrado con su hilo de cuero, aún las marcas de sus uñas yacían rojizas sobre su piel. Felix sintió su boca seca, extrañado. Suavemente acarició su vientre, donde sensaciones conocidas y devastadoras le prendían un apetito particular.

El menor ladeó la cabeza y entre el sonido de la tormenta dejó que su ronroneo necesitado se escuchara. Felix trepó entre las mantas. Su nariz olisqueó el cuello de Hyunjin, su cabello, su espalda. El deseo crecía en su vientre, imparable. Jamás en su vida se había sentido así, no creía tampoco que el ser un Omega completamente reclamado lo volvería de esa forma. Sus ojos recorrieron las cicatrices, el gran cuerpo. Su necesidad era tal que la presencia del lobo lo hacía lubricar. No pensó que fuera tan íntimo. El rubio acarició la piel del hombre, recordando los meses que fue un niño asustadizo ante su primer celo. Era aterrador, desconocido.

No sabía lo que era ser un buen Omega. En casa, donde todo olía a canela y ropa limpia, siempre encontró la mejoría en los ajenos. En los Omegas altos, pomposos, dedicados a sus lecciones, siguiendo lo que dijera su cuidadora como palabra santa. Lo único que dictaba el corazón de Felix era perder su mirada en los prados y las flores. Participar de un harén o ser esposa jamás fue uno de sus deseos. Sin embargo, había algo en su unión con aquel hombre que le hacía querer hacer cosas extrañas. Llenarlo de placer, sentirse bien, excitado. Quería sentirlo dentro suyo cada vez que su olor se le metía en los pulmones. Felix se sonrojó, dejando que su peso se fundiera contra el de Hyunjin. Algo dentro suyo le exigía apartar el cuello entre ronroneos, entre ojos cegados y el vientre lleno.

—Hyunjin —susurró, las pecas en sus mejillas se ocultaron tras un ardiente rubor. Frotó su nariz contra el cuello ajeno—. Hyunjin... lo siento otra vez, en mi vientre. Despierta, por favor.

Su lobo volvió la mirada. Aquellos ojos negros alimentaron el deseo del menor, quien acercó sus labios torpemente. Suaves besitos despertaron del todo a Hyunjin. Sus brazos rodearon la delgada cintura, repasando la piel de su espalda, sus brazos. Felix soltó un suave suspiro, frotando sus partes íntimas contra las del lobo. Era un nuevo descubrimiento que saciaba lo que fuera que su Omega quería.

—Estás frío —susurró el pelinegro, recorriendo con sus dedos los brazos del chico. Felix levantó un poco su vestido y sus muslos delgados se apretaron lado a lado de la cintura de Hyunjin. El lobo frunció el ceño.

—Siento calor aquí —susurró, apenas levantándose. Tomó los pliegues de su vestido y lo alzó. Su delgada cintura se movía suavemente, presionando su entrada y su pegajoso lubricante sobre el miembro de Hyunjin. Felix estaba completamente rojo, con la mirada brillante y cegada.

El lobo lo miró, tomándolo fuertemente de los muslos. Tenía la consciencia de saber que se trataba de su Omega, de sus instintos, su necesidad. Los ojos oscuros observaron el vientre plano, pálido, ahí debería estar su cachorro. El resultado de tantos encuentros calurosos y tantos Felix rogando por sentirlo dentro. Su deseo despertaba algo extraño en él, similar a cuando lo veía vagar por el bosque, danzar por las praderas o perderse ante la inmensidad de la luna por las noches. Quería tenerlo por siempre, complacerlo, verlo suspirar y apartar el cuello reclamando su mordida.

el anhelo de felix ୨ৎ hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora