siete

610 82 3
                                    

—Uno, dos... creí que eran más —susurró, volcando todo el contenido de su bolsa sobre el nido donde dormía. Felix hizo a un lado piedras preciosas, rocas, bolsitas de tela con flores aromáticas, hasta que encontró entre tantas cosas la única flor amarilla que tanto le costó secar—. No...

Su nariz se frunció cuando la tomó en manos, suavemente los pétalos se rompieron como hojas de otoño. Colocó los trozos sobre su libro, en una hoja limpia. La reconstrucción requirió suma concentración. Con los ojos dilatados y apenas la punta de la lengua en los labios, Felix siquiera prestó atención al lobo negro que entró en su habitación con sumo silencio.

—Omega —oyó, el pequeño no se volvió, reconociendo en el aire las feromonas de su lobo. Las pupilas del pequeño estaban casi negras, sintiendo relativo placer al ver que sus ágiles deditos encajaban a la perfección los pétalos rotos—. Felix.

—Esto es de vida o muerte —susurró Felix desde el nido, recostado boca abajo. Fuera de su pequeño mundo, desde lejos el lobo que se convirtió en hombre lo miraba. El cuerpo desnudo de Hyunjin estaba pálido, cubierto de llovizna. Apenas sentía las gotas de agua que caían de su cabello oscuro. Su piel fría fue una barrera ante las sensaciones. Él, pálido, frío, podía percibir el calor que emanaba aquel pomposo Omega sobre el nido que ambos habían construido. El vestido blanco estaba desordenado, cubriéndole apenas los muslos, mientras el rubio entrelazaba sus pequeños pies en el aire. Estaba más bronceado, bonito, a pesar de que los últimos días el sol se había escondido tras gruesas nubes oscuras.

—¿Qué haces? —preguntó, acercándose para ver qué tanto entretenía a su Omega y le impedía el saludo. Los ojos del lobo se pegaron al cuerpo ajeno, más que al libro al que tanto le prestaba atención el chico. Hyunjin desvió la mirada a los muslos y suavemente enterró los dedos entre la esquina de estos y el trasero de Felix, apretando el punto sensible de su pareja. El pequeño dio un saltito, girando la cabeza bruscamente—. Qué bonito es tener tu atención.

—No hagas eso —comentó Felix, mordiéndolo cuando trató de acariciar su mejilla. Hyunjin quitó la mano, frotando la marca de los pequeños colmillos del Omega—. Estoy ocupado.

Hyunjin entrecerró los ojos.

—Mnh —murmuró, recostándose a su lado. Afuera sólo se oía la fuerte lluvia que golpeaba el agua del lago, los árboles danzando, el viento llevándose consigo el cantar de los pájaros. El lobo miró la precisión que Felix tenía para arreglar la flor amarilla que le había dado hacía mucho tiempo. Rota, trataba de devolverle la bonita forma que la naturaleza le había brindado y ambos mataron—. Felix, eso no se arreglará. Te daré otra.

—No, yo puedo —el rubio ni siquiera lo miró. Hyunjin suspiró, olisqueando el penetrante aroma de las feromonas excitadas de Felix impregnadas en el nido. Los ojos del lobo se dilataron, percibiendo el placer, el llamado, la vulnerabilidad de su compañero ante los más sensibles calores. Se separó, con el deseo en la punta de la mirada dilatada—. ¡Ya está! Mira, está igual de bonita.

—Sí, lo está —murmuró, mirando las hojas. El lobo olisqueó, dilatándose su mirada cuando finalmente Felix puso su atención en él. Ambos se miraron. Suavemente se acercaron el uno al otro, uniendo sus labios. Lento, para no asustarlo. Hyunjin avanzó, obligándolo a recostarse. Felix lo abrazó, rodeando su cuello con los brazos. El aroma del Omega se metió en los pulmones del lobo, aumentando esa necesidad que ambos bien conocían. Se metió entre sus piernas, rápido, alegrándose del calor que los muslos le brindaron. Una sonrisa marcada le ruborizó las mejillas al sentir que no traía nada que lo cubriera debajo. Piel con piel, y el deseo creciendo en las pupilas de ambos—. Aparta el cuello.

Felix obedeció, apenas moviéndose para que la piel cicatrizada le demostrara que pertenecía a alguien, a él. Hyunjin hundió los labios en la zona, lamiendo, besando. Embriagando su instinto de devorar al pequeño de una vez. Felix apretaba sus piernas entrelazadas en su cintura, frotando su zona íntima con la contraria.

el anhelo de felix ୨ৎ hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora