Débil.

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Suspendido en el aire, y sin nada que hacer, bajó los brazos, dejándolos descansar. Kenzo se asfixiaba con el agarre de la luna superior, quien lo miraba a los ojos, con una sonrisa dibujada en su rostro, una sonrisa malvada y perversa.

Éres débil... No merece la pena luchar contra ti—La luna superior lo lanzó hacia la izquierda, estampándolo contra la valla de bambús que separaba el terreno de prácticas del exterior. Kenzo escupió saliva al sentir su espalda impactar contra aquella valla. Cayó al suelo, visualizó a Yamada con la katana empuñada por ambas manos, tenía el ceño fruncido; observaba a la luna superior número tres.

Yamada...—Kenzo pronunció su nombre con escasez de aire, sentía que el dolor en su espalda se expandía por momentos hacia todas las partes de su cuerpo. Los brazos, no podía moverlos, las piernas, tampoco, no podía ayudar a su maestro.

Así que... tu nombre es Yamada...—La tercera luna superior habló, y después, se colocó en posición de combate, con las palmas de su mano abiertas, una cerca de su costilla y otra frente a él.

Yamada no pronunció palabra alguna, centró todos sus sentidos en aquel pelirosado sujeto.

Mi nombre es Akaza, he venido a matarte—Dejó de sonreír, frunció el ceño y se impulsó hacia adelante, a una velocidad con la que, ni los ojos de Kenzo lograban percibir.

Akaza asestó varios golpes seguidos en el pecho de su contrario. Yamada, no obstante, y con bastante dificultad, lograba bloquearlos con el filo de su katana. Aquellos golpes secos aumentaban su velocidad y hacían retroceder al espadachín.

¿Qué hace aquí una luna superior?—Yamada intentaba resolver sus dudas interiormente, Akaza sonreía y el seguía con el ceño fruncido—Ningún demonio ha encontrado mi hogar, jamás...—Continuaba bloqueando sus ataques con la hoja de la katana.

Akaza saltó y Yamada aprovechó para echarse a un lado, Kenzo, desde su perspectiva, veía a los dos, confrontados, el uno frente al otro. El demonio, estaba suspendido en el aire, con los pies juntos y sus puños cerrados, Yamada lo observaba desde abajo, con la punta de la katana rozando el suelo.

¡Muerte destructiva!—Exclamó, asestando golpes en el aire que expulsaban hondas de choque poderosas. Yamada abrió los ojos asustado y saltó un par de veces hacia atrás, viendo como en el suelo se abrían brechas cada vez que el demonio movía los brazos.

¿Cómo hace eso?—Continuaba dando saltos, de un lado a otro, de alante hacia atrás, esquivaba los ataques del demonio con agilidad—Tiene una fuerza descomunal...—Yamada seguía esquivando sus ataques, pero uno de ellos logró alcanzarle e impactó de lleno en su pecho, escupió sangre inmediatamente, tocó el suelo con una de sus manos, apoyándose en el mismo.

¡Sensei!—Intentó levantarse, pero el dolor en su espalda volvió a asentarlo en el suelo—No consigo... no puedo moverme...—Chasqueó la lengua, posó una de sus manos en su abdomen, el dolor se expandía ahora hacia la parte inferior de su cuerpo, cerró los ojos con fuerza, intentando retener el dolor en el vientre.

Yamada tenía la barbilla ensangrentada, el demonio aterrizó en el suelo y se acercó lentamente al maestro, quien se levantaba poco a poco con la ayuda de su katana.

¿Eso es todo?—El demonio ya no sonreía; mantenía su rostro serio, miraba por encima del hombro a su contrincante, a pesar de verlo alzarse. Los dos contrincantes volvían a estar confrontados, Yamada se enfureció, miraba al demonio con desagrado—Mírate... tienes la barbilla llena de sangre—Akaza continuaba mirándolo con seriedad—Sólo has esquivado mis ataques. ¿No sabes hacer nada más?—Habló con tono de superioridad, él estaba tranquilo, frenó en seco su caminar, cerca de Yamada y en un abrir y cerrar de ojos, desapareció, levantó algo de polvo al hacerlo. Apareció tras el maestro y alzó su mano, colocó sus dedos en forma de punta plana y sin previo avisó asestó un golpe en el cuello del contrario.

KENZO - [KIMETSU NO YAIBA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora