Capitulo IV

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La habitación estaba en silencio, solo interrumpido por el sonido del viento afuera y el eco de las últimas palabras de Sara resonando en sus mentes. Gabriel y Adrián se sentaron en el sofá, ambos con la mirada perdida y los corazones pesados. Sabían que debían hablar, pero las palabras parecían atrapadas en sus gargantas.


Finalmente, Gabriel rompió el silencio, su voz temblorosa y llena de culpa.—Adrián, hay algo que debo decirte. Todo esto es mi culpa.Adrián lo miró, confuso y preocupado.


—¿De qué estás hablando, Gabriel?Gabriel respiró hondo, sintiendo que cada palabra le pesaba más que la anterior.—Yo... yo quería abrir un portal para encontrar a Sara. Desde su secuestro, he estado desesperado por hallarla, por saber que estaba bien. Cuando encontramos el libro de hechizos, pensé que tal vez podría usarlo para traerla de vuelta. No sabía que... que esto pasaría.


Adrián quedó en silencio por un momento, procesando la confesión de Gabriel. La mezcla de emociones en su rostro era evidente: sorpresa, comprensión y una pizca de tristeza.


—Gabriel, entiendo por qué lo hiciste. Todos haríamos cualquier cosa por la gente que amamos. Pero no podías saber que el hechizo desencadenaría estas criaturas. No es solo tu culpa.Gabriel bajó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas.


—Pero si no hubiera insistido en usar ese hechizo, nada de esto habría pasado. Sara no estaría atrapada y nosotros no estaríamos en este lío.


Adrián se acercó, tomando las manos de Gabriel entre las suyas.—Lo importante ahora es que sabemos qué tenemos que hacer para salvarla. Y no estás solo en esto. Estamos juntos, como siempre hemos estado. La culpa no nos ayudará, pero nuestra determinación sí.


Gabriel asintió, sintiendo un peso levantar de sus hombros al escuchar las palabras de Adrián. Su amor y apoyo inquebrantable le dieron la fuerza que necesitaba para enfrentar el desafío que tenían por delante.


—Gracias, Adrián. No sé qué haría sin ti.


Adrián sonrió suavemente, acariciando la mejilla de Gabriel.


—Siempre estaremos juntos, pase lo que pase.


Esa noche, comenzaron a trazar un plan para confrontar a Calderón y destruir el amuleto que mantenía a Sara atrapada. Sabían que no sería fácil, pero estaban decididos a enfrentarlo juntos, apoyándose mutuamente en cada paso del camino.


A la mañana siguiente, se dirigieron a la antigua mansión donde Calderón supuestamente realizaba sus rituales. La mansión, situada en las afueras de la ciudad, tenía un aire de abandono y misterio que solo incrementaba su determinación.


Entraron en la mansión con cautela, sus sentidos alerta a cualquier signo de peligro. Las paredes estaban cubiertas de símbolos arcanos y extrañas inscripciones, reflejo de los oscuros rituales que se habían llevado a cabo allí.


En el corazón de la mansión, encontraron a Calderón, un hombre de aspecto siniestro, rodeado de velas y libros antiguos. El amuleto colgaba de su cuello, brillando con una luz siniestra.—¡Calderón! —gritó Gabriel, su voz llena de ira—. Sabemos lo que has hecho. Libera a Sara ahora mismo.

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