1 | Padre Gabriel

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Violet empujó las puertas de la iglesia haciéndose paso; luego de que Anais, una señora de la tercera edad a la cual ella consideraba como su amiga más cercana, la convenciera de confesar sus pecados; pues esta cargaba muchos debido a la vida prom...

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Violet empujó las puertas de la iglesia haciéndose paso; luego de que Anais, una señora de la tercera edad a la cual ella consideraba como su amiga más cercana, la convenciera de confesar sus pecados; pues esta cargaba muchos debido a la vida promiscua que llevaba.

"Dios siempre perdona, él nunca abandona a su rebaño" era lo que Anais siempre le decía, pero Violet no creía que Dios fuese capaz de perdonarla, ya que una y otra vez caía de rodillas frente a los deseos carnales con la boca bien abierta; pero nada perdía en intentarlo.

A la vista no se veía ni un alma. Mientras avanzaba por el sendero, sentía la mirada de Dios juzgándola, quizás mal diciéndola por atreverse a poner sus sucios pies en su lugar de divinidad. Empezaba a creer que esto era una mala idea.

Violet llego hasta el frente y, con la mirada empezó a inspeccionar el lugar sin moverse; Anais le había dicho el nombre del padre de la iglesia, sin embargo, este se había borrado de su cabeza.

«Otra prueba más de que esto es una terrible idea.» Pensó.

—Mmm, ¿hola?

Esperaba escuchar alguna respuesta, pero nada, solo silencio.

«¡Edmun!» Recordó el nombre de la nada.

Luego de sonreír aliviada, Violet levantó la vista hacia arriba.

—Te esfuerzas en que me quede, ¿no? —Murmuró hacia la fuerza suprema por la cual se sentía observada.

Regresó la mirada a los lares de la iglesia.

—¿Hola? He venido a confesarme... Soy Violet.

Su voz se escuchaba en eco. No daba la impresión de haber nadie presente en ese lugar, por lo que Violet torció sus labios y retrocedió para darse la vuelta y marcharse.

Pensaba que tal vez Dios no la quería de su lado y, lo comprendía de ser así, si fuese ella tampoco se quisiera cerca... ¿O tal vez sí?; el ruido que se escuchó a sus espaldas llamó su atención, por lo que se detuvo y giró sobre su eje.

Y ahí estaba el padre.

Aquel sacerdote no lucia como la descripción que Anais que le había proporcionado, sin embargo, no le presto mucha atención, su querida amiga a menudo suele confundir las cosas.

—Pensé que no había nadie aquí.

Violet regreso, aunque esta vez con más lentitud, a cada paso podía apreciar con más claridad a quien estaba frente a ella.

—Te debo unas disculpas, estaba en la oficina y, pues me acabo de enterar de que si cierras la puerta no se escucha mucho; lamento no haberte escuchado cuando llegaste.

—No pasa nada.

—¿Eres nueva?

—¿Nueva, nueva? Mmm, no, ya tengo tres años viviendo en el pueblo, así que no.

Querido Padre | +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora