12 | July tiene un secreto

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El viernes transcurría como un día normal para Violet

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El viernes transcurría como un día normal para Violet. Aprovechó la mañana para ocuparse de ciertos asuntos personales. Al caer la tarde, su turno en el bar comenzó. Se había recogido la mitad del cabello dejando el resto suelto, con varios rizos en su rostro. Era un peinado que la hacía lucir coqueta y bonita, con un toque juvenil; así le gustaba verse en sus turnos de noche, pues era más agradable para los clientes.

Violet organizaba las copas y vasos para dar inicio al turno de la noche. Tenía la compañía de Miguel, su compañero de trabajo, y en una de las mesas del fondo, unos ojos que no dejaban de verla: Oliver, el hijo de la señora y el señor Miller.

Oliver era un joven que apenas cumplía los veintiún años, callado, no era muy sociable, algo retraído, pero nada se le escapaba; observaba todo a su alrededor. Tal vez a veces observaba demasiado; la imagen de Violet con el sacerdote suplente de la iglesia no dejaba de proyectarse en su cabeza. Tenía muchas preguntas, conocía los votos que hacían los sacerdotes, y el padre Gabriel los había quebrantado. Se preguntaba si Dios lo perdonaría por hacerlo. «Seguramente sí», se respondió a sí mismo, pues sus padres siempre le enseñaron que Dios siempre perdona si se está realmente arrepentido. Él no tenía planes de decirle a nadie lo que vio, claro, siempre y cuando Violet lo compensara por su silencio.

Se levantó de la mesa y recorrió el tramo para salir del bar/café. Violet lo vio desde el momento en que se levantó y se marchó; negó con la cabeza mientras lo seguía con la mirada a través del cristal. Lo vio llegar y durar casi una hora sentado sin hacer absolutamente nada en esa mesa, ni siquiera pedir alguna bebida.

—Hay cada raro en este pueblo —comentó ella sin interés.

—Sí, bueno, no has visto nada.

Volvió a negar, ocultando una pequeña sonrisa.

La campanita de la puerta resonó por todo el local, alertando a ambos de que habían llegado clientes. Violet no se inmutó ni dejó lo que estaba haciendo para atender, pues Miguel estaba cerca. Tan solo levantó la mirada fugazmente para ver de quién se trataba; por un momento lo ignoró, pero volvió a levantarla muy lentamente al ver que los dos hombres que habían llegado iban uniformados.

Hace unas semanas, Anais le comentó que los hermanos de July estarían presentes, aunque no le dijo cuándo exactamente, pero pudo deducir que se trataba de ellos porque ella también mencionó que son militares, o algo así.

Su mirada era intensa, ansiosa, y casi sonreía de satisfacción.

Dejó lo que hacía y se escapó a la parte de atrás con dirección al baño. Frente al espejo, sacó su labial rojo oscuro de su bolsita y se tiñó los labios. Se bajó un poco el mandil y acomodó el escote para que luciera más, arregló su cabello y, cuando estuvo lo suficientemente provocativa, regresó a su puesto.

—Oye, Vio... —Miguel se quedó con las palabras en la boca al ver el cambio de Violet.

Miguel la conocía, sabía cómo era. Él no era un hombre muy religioso, pero esa no era exactamente la razón por la cual no la juzgaba. Para él, cada uno podía ser y hacer lo que le plazca. Además, sabía que la sensualidad de su amiga atraía clientela, un punto clave para el funcionamiento del negocio, y así no quedarse sin trabajo. Eso, y que él también hacía lo mismo con las mujeres que llegaban al bar. Tal para cual.

Querido Padre | +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora