2 | Primera Misa

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¿Cómo vistes adecuadamente para ir a una misa sin la necesidad de lucir como una monja? Violet había pasado horas rebuscando en su armario algo adecuado para vestir, pero sentía que todo lo que utilizaba, o era muy ajustado, o tenía mucho escote

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¿Cómo vistes adecuadamente para ir a una misa sin la necesidad de lucir como una monja? Violet había pasado horas rebuscando en su armario algo adecuado para vestir, pero sentía que todo lo que utilizaba, o era muy ajustado, o tenía mucho escote.

Con un quejido lanzó la blusa que tenía en las manos hacia el montón de ropa que, poco a poco había apilado. Sentía que quizás esta era una señal, tal vez, a fin de cuentas, ella no debía ir.

Su mirada se perdió en el techo hasta que los toques en su puerta la trajeron de vuelta a la realidad; con mucha pereza bajo de la cama y salió de la habitación para ir a abrir la puerta, encontrándose con su querida amiga, Anais.

—¿Aún no estás lista?

Violet rodó los ojos y se hizo a un lado dejándola pasar.

—Cambie de opinión, no creo que sea buena idea que vaya a esas cosas.

—Esas cosas se llaman misa, un poco más de respeto, jovencita y, ¿por qué cambias de opinión a último momento?

—No tengo con que vestirme.

—Violet —Anais le dio una mirada incrédula. —En tu armario no cabe una prenda más, ¿cómo no vas a tener con que vestirte?

Esta tomó camino hacia la habitación de Violet, con toda la confianza que ella le había dado.

—Todo lo que tengo es muy ajustado o tiene escote.

—Un escote no es pecado querida.

De su perchero, Anais descolgó una blusa púrpura, era muy simple, Violet no la había considerado por esa misma razón.

Anais le insistió para que ella la utilizara, añadiendo un cardigan a su vestimenta.

—No te ves mal.

—Aparentemente. —Afirmó Violet viéndose al espejo. Aquella blusa sí tenía escote, pero era el volumen de su pecho que provocaba que las prendas le quedaran de esa manera, sin embargo, el suéter la ayudaba a ser discreta. —Bueno, ¿nos vamos?

La iglesia del pueblo no estaba lejos de su casa, de hecho, literalmente se encontraba a una cuadra de distancia. Violet recorrió aquella trayectoria junto a Anais, charlar con ella mientras tanto, le ayudaba a controlar los nervios que afloraban.

Al cruzar las puertas, las cuales estaban abiertas, recorrieron el pasillo, Violet trató de pedirle a Anais sentarse atrás para así no llamar la atención, pero Anais nunca se sentaba a lo último, ni siquiera en medio. La arrastró con ella hasta la primera fila de asientos, pero hasta la esquina, brindándole un poco de alivio a Violet.

Miradas caían sobre ella y, no precisamente de tonalidad agradable, Violet no era la favorita del pueblo, aunque pocos conocían la vida que esta suele llevar.

Una rápida mirada a la su derecha y, percibió unos ojos oscuros observándola algo sorprendidos; se trataba de Harold, su expareja, a la cual Violet estaba dispuesta a evitar, por lo que agradeció mucho que la misa diera inicio antes de que este considerara acercársele.

Querido Padre | +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora