9 | Amiga

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Anais era una señora amable

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Anais era una señora amable. Su amistad con Violet floreció cuando ella llegó al pueblo. Una joven encantadora e independiente, fue la primera en darle la bienvenida cuando se instaló en lo que era su nuevo hogar.

Los demás habitantes del pueblo de Monsanto hicieron lo mismo, pero Violet no es de las que suelen inspirar confianza en las mujeres a la primera. Cuando los Miller tocaron a su puerta al día siguiente de su llegada, la señora Miller la repudió, pues la idea de que aquella bella joven sedujera a su marido se le clavó en la cabeza como una estaca. ¿Razón? ¿Que era bonita tal vez? Los habitantes del pueblo eran personas muy devotas. Todos los adultos estaban casados o eran viudos, y los adolescentes se la pasaban en la escuela, la iglesia, en algún trabajo de medio tiempo o compartiendo entre ellos; algunos ya estaban emparejados desde pequeños.

Una vida "santamente correcta". Por supuesto que la señora Miller vio a Violet como una amenaza, no solo para su matrimonio, sino para el pueblo en sí. Una mujer pagana, sin compromisos y que no asiste a la iglesia. Le prohibió a su hija entablar cualquier relación con Violet, y a su hijo por igual. No tardó en correr la voz de la paranoia que se había sembrado en su cabeza.

De esa manera, Violet logró ser el centro de atención de algo tan negativo sin siquiera haber tocado a ninguno de los hombres del pueblo. Algunos la trataban con indiferencia, de manera despectiva, pero solo las mujeres; los hombres, en cambio, solían darle otro tipo de miradas, en su mayoría amables.

Pero no es que le importara mucho; lo que le interesaba era conseguir un trabajo, y Frederic, el dueño del bar Gentle Haven, fue muy amable y, por supuesto, le dio un cupo de trabajo a Violet. Era un señor mayor muy dulce.

Violet no se preocupaba por no tener amigos; había conseguido un trabajo, que era lo que le interesaba realmente, y sus ratos libres estaban acompañados por Anais. Su amiga sí pensó que Violet tal vez se sentía sola, nueva en un pueblo desconocido y su única amiga era una señora que perfectamente podría ser su abuela.

Una tarde le invitó una limonada. En esa ocasión, conoció al otro invitado de Anais, Harold, encantador, apuesto y muy trabajador. Compartieron esa tarde, pero nada más. Violet no estaba interesada ni en amistad con esa persona, ni en nada más.

Poco después, los rumores sobre Violet fueron cobrando vida, pero no era con los hombres del pueblo con quienes se aventuraba, sino con los visitantes que pasaban por el bar. No lo hacía por propinas, o porque alguien la obligara. Anais tenía razón, aunque Violet no lo sentía tal cual como soledad, se sentía sola. Buscó compañía en esos visitantes, compañía pasajera. Y aunque nadie la viera divirtiéndose de esa manera, a nadie le parecía normal que los visitantes repitieran sus visitas tantas veces, y exactamente en el lugar en el que ella trabajaba.

Algunos fines de semana en la mañana, o algunos días entre semana por la tarde, Violet solía caminar sin rumbo viendo escaparates o comprando adornos para el hogar. Harold a veces la veía pasar por alguna tienda en la que él se encontraba cerca y nunca dudaba en acercársele cuando tenía la oportunidad, pues a él sí le había interesado ella.

Querido Padre | +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora