El tren se detuvo en la siguiente parada. Jack solo queria que el tren avanzara sin detenerse.
Jack ajustó el peso de los bultos de café sobre su pequeño compañero, el esponjoso gato blanco llamado Byako, y se adentró en el pasillo del tren con paso silencioso. La expresión de Jack era tan fría y calculadora como siempre, sus ojos apenas revelaban signos de vida, a excepción del leve parpadeo de cansancio que surgía de las ojeras oscuras bajo su mirada.
Se había obligado a salir de su camarote para enseñarle a su estúpido gato como usar una máquina expendedora, ya que la opción de café caliente le provocaría muchas molestias. Sin embargo, el repentino alboroto en el vagón y el sonido de pasos acelerados detrás de él hicieron que su atención se desviara momentáneamente.
Una niña de aspecto jovial y vestido de volantes había irrumpido en el tren en el último segundo, atrapando la atención de todos en el vagón. Biscuit, que aparentaba tener solo doce años pero que era, en realidad, una experimentada cazadora de 54 años, se movía con un aire despreocupado y confiado. Se dejó caer en un asiento cercano, sonriendo con una inocencia que nadie sospecharía que ocultaba una gran astucia.
Su mirada se desvió de su teléfono para analizar a cada pasajero con un vistazo veloz, aunque ningún rostro le resultaba familiar. Se detuvo unos instantes más cuando una mujer de cabello rojo pasó junto a ella, y sospechó que tal vez podía ser el cómplice que buscaba, pero perdió su rastro al cambiar de vagón.
Justo cuando estaba evaluando la situación, algo peculiar llamó su atención: un gato blanco avanzaba por el pasillo, llevando en su espalda unos bultos de tela bien atados y, en la boca, una bolsa con latas de café. Byako, con sus ojos calculadores, cruzó el vagón con una destreza y elegancia que pocos notarían, pero Biscuit, con sus sentidos de cazadora, no tardó en fijarse en él. Con una leve sonrisa, alargó la mano hacia él, intentando acariciar su suave pelaje.
Pero Byako, como si hubiera sentido sus intenciones, desapareció en un abrir y cerrar de ojos, deslizándose fuera de su alcance y dejando a Biscuit con la mano suspendida en el aire. "Vaya, ¿quién es el gato misterioso?" murmuró para sí, intrigada, mientras seguía su camino.
El viaje continuó sin incidentes hasta el anochecer. Esa noche, mientras Biscuit rondaba por el tren, buscando a su objetivo, vio al mismo gato frente a una máquina dispensadora, esta vez depositando monedas con la precisión de alguien que estaba muy acostumbrado a esta rutina.
Lo cual era increíble, de alguna manera cada moneda que tiraba el gato entraba a a la ranura y de un solo salto presiono el botón de la maquina el número de veces suficientes. Observó cómo el gato obtenía una nueva tanda de café enlatado, y, fascinada, decidió seguirlo.
Olvidando casi completamente su misión.
Lamentablemente se volvió a escapar.
Al día siguiente, con un plan en mente, esperó cerca de la última máquina de café en el vagón comedor. Esta vez estaba decidida a interceptar al animal, cuyo comportamiento inusual le resultaba cada vez más intrigante.
"Esta vez no te escaparás", pensó, sonriendo con determinación mientras se ocultaba tras una columna, lista para sorprenderlo. Sin embargo, Byako fue tan ágil y astuto como siempre, y en el último segundo evitó el intento de Biscuit. Saltó y, en un movimiento rápido, la golpeó en la cara con su pata, enviándola hacia atrás con una fuerza sorprendente.
"¡Maldito gato!" exclamó, sintiendo cómo un dolor punzante le cruzaba el rostro, mientras Byako escapaba de su vista una vez más. La pequeña cazadora apretó los puños, molesta, y decidió que este juego se había vuelto personal.
Más tarde, a la hora del almuerzo, se dispuso a acechar al gato usando su habilidad Nen para ocultarse y, finalmente, descubrió su escondite. Con un rápido movimiento, abrió la puerta del compartimiento privado de un portazo, decidida a resolver el misterio de una vez por todas.
Lo que vio la sorprendió: allí, sentado frente a una computadora portátil, estaba un chico de unos diez años, con el rostro cubierto de ojeras profundas y una expresión de absoluta irritación. Su ropa estaba arrugada, y tenía un aura que, aunque infantil, desprendía una seriedad inquietante.
Era Jack, quien al escuchar el portazo, había cometido un pequeño error en el teclado, eliminando los borradores de los últimos capítulos de *Zoo*. Su cara se tensó de ira y cansancio mientras veía cómo el café que aún quedaba en su lata se derramaba sobre el teclado, causando un chisporroteo y un repentino apagón de la máquina.
"¿Qué... acabas de hacer?" La voz de Jack era helada, y sus ojos se entrecerraron en una mirada que, de alguna manera, hizo a Biscuit vacilar.
"Vaya, vaya, solo estaba buscando a alguien, no quería interrumpir," respondió ella con una voz juguetona, dejando caer su mano en su cadera en un gesto despreocupado. Pero algo en la mirada del niño le indicó que no estaba frente a cualquier "niño".
Jack mantuvo su expresión dura y, tras un largo momento de silencio, sacó un cuchillo de su reloj y lo sostuvo con la mano firme, apuntando hacia Biscuit.
"Vieja bruja, arregla lo que hiciste," dijo con calma, pero sus palabras estaban llenas de amenaza. Biscuit rió ante el tono, aunque su ceño se frunció.
"¿Vieja bruja? ¡Soy joven y adorable!" replicó con una risa aguda. Sin embargo, sabía que el niño no era alguien común y corriente, y la situación comenzaba a incomodarla. Decidió responder de la única manera en que sabía: con un golpe.
Lanzó un puñetazo hacia él, y aunque esperaba que el chico lo esquivara, este fue sorprendentemente rápido. Sus movimientos eran fluidos, como los de un guerrero entrenado. La adrenalina impulsaba a ambos, y aunque Jack carecía de la experiencia física de Biscuit, tenía velocidad y precisión.
La batalla fue corta pero intensa. Ambos intercambiaron ataques y, aunque Jack parecía ir en desventaja, cada golpe suyo mostraba una tenacidad implacable, hasta que un sonido profundo y una vibración sacudieron el vagón. Biscuit y Jack intercambiaron una mirada de sorpresa justo antes de que una explosión resonara en uno de los vagones traseros.
Los dos se separaron, suspicaces. Jack respiró profundamente, molesto por el caos repentino. No era la primera vez que se veía envuelto en un conflicto inesperado; recordó aquella vez en el museo. Pero esta vez, había una cazadora cerca. Se cruzaron las miradas por un instante, evaluándose, midiendo quién actuaría primero.
"Entonces, ¿vas a hacer algo al respecto?" preguntó Biscuit con una sonrisa burlona, mientras Jack esbozaba una sonrisa agria.
"No lo sé. Pareces bastante ansiosa por encargarte," respondió Jack. Un segundo estallido sacudió el tren, y con un suspiro, ambos decidieron actuar. Sin decir una palabra, Jack se dirigió a una ventana cercana, mientras Biscuit avanzaba por el pasillo.
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Reencarnando en Hunter x Hunter /A Killer Among Hunters/ (Reescribiendo)
FanfictionMorir es solo una etapa de la vida , para alguien pecaminoso como yo no me espera nada más que el infierno. Pero no me arrepiento . No conosco la bondad ni el odio. Más allá de la venganza solo hay arrepentimiento. Pero al volver a abrir los ojos vi...