Capítulo 11

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ANNA

Terminé de vestirme y entré a la cocina, saludando a Zoe que ya estaba preparando sus tostadas con aguacate. Freya aún seguía durmiendo, ya que no debía madrugar tanto como nosotras ese día, por lo que traté de hacer el menor ruido posible al cocinar mi desayuno.

—¿Llevas el manual para el seminario? —me preguntó Zoe en cuanto me senté a su lado en la mesa.

—Sí, está todo en mi mochila —le aseguré.

Hacía tres días habíamos terminado nuestra rotación en el hospital, yo en la UCI y Zoe en urgencias. Ahora, habíamos coincidido en la misma rotación: emergencias extrahospitalarias, y como siempre, antes de incorporarnos al servicio debíamos asistir a unos seminarios formativos. Zoe y yo nos pasamos el día entero de ayer leyendo el manual y repasando apuntes, y he de decir que nunca me lo había pasado tan bien estudiando. Además, sentía que me lo sabía todo al pie de la letra, lo que me provocaba una sensación de seguridad inigualable. En ocasiones era complicado sobrellevar el trabajo cuando sabías que un error tuyo le podía costar la vida a otra persona.

—¿Y todo bien? Sé que a Nicklas le costó un poco superar lo del accidente —murmuró con voz suave.

—A veces es inevitable pensar en ello, pero me gusta trabajar con esa rapidez y exigencia, sabiendo que tu desempeño puede cambiar por completo la evolución del paciente —admití mientras cargaba las unidades de insulina correspondientes a mi desayuno en la pluma, lista para administrármelas—. Encima, voy con experiencia.

Zoe se rió de mi broma mientras se levantaba para guardar su plato en el lavavajillas. La cocina estaba llena del aroma del café y del aguacate tostado, que creaba una atmósfera acogedora. Apenas iba a hacer una semana desde que me mudé, pero me encantaba vivir aquí, con las chicas.

—Todavía recuerdo cuando Nick me lo contó —confesó, divertida—. Le hicieron sujetar un bote de suero durante medio minuto y estaba acojonado por si hacía algo mal y que eso pudiera afectarte.

—¿De veras? —pregunté, sorprendida y enternecida por la anécdota.

—Sí, el pobre se quedó un poco impactado.

Sonreí, pensando en Nicklas y en el sincero interés que demostró por ayudarme durante el accidente. Terminé de inyectarme la insulina y me aseguré de tener todo listo en mi mochila. Zoe ya estaba poniéndose el abrigo y yo la seguí, lista para enfrentar el día.

Salimos del apartamento y caminamos hacia la facultad. El aire frío de la mañana nos golpeó de inmediato, haciendo que me subiera la cremallera del abrigo hasta arriba y me ajustara la bufanda alrededor del cuello. La calle estaba cubierta por una fina capa de escarcha, y nuestras botas crujían contra el suelo helado.

—Por Dios, qué tiempo más horrible —se quejó Zoe, metiendo las manos en los bolsillos de su abrigo mientras acelerábamos el paso.

—Sí, en teoría llega mañana una tormenta —respondí, sintiendo el aire gélido cortar mis mejillas.

El cielo estaba cubierto de nubes grises y densas, que no tenía nada que ver con el clima soleado que hizo la semana pasada. La ciudad parecía prepararse para la llegada del mal tiempo, con menos gente en las calles y un ambiente más silencioso de lo habitual. La facultad no quedaba lejos del apartamento, pero el camino se hacía más largo con el frío mordiendo cada parte expuesta de nuestros cuerpos.

—¿Recuerdas lo que Magnus nos dijo sobre estar preparadas para cualquier cosa? —pregunté, intentando mantener una conversación para distraerme del frío.

Él ya había terminado la rotación de emergencias extrahospitalarias, por lo que hablamos con él y nos dio unos cuantos consejos que sin duda nos serían de ayuda.

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