Prólogo

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En un mundo donde el caos es la única constante, las pequeñas enfermedades germinan y florecen en pandemias, las crisis económicas arrastran a posibles potencias a deudas insuperables, los incesantes combates ideológicos son librados en cada rincón del globo, y los desastres naturales se llevan consigo pedazos de nuestras vidas. Este, es nuestro nuevo hogar.

En medio de este torbellino, las preocupaciones mundanas pierden relevancia para los grandes líderes. Sus sesgos ideológicos, antes confinados a discusiones de salón, se han convertido en una oscura realidad. Las antiguas profecías de nuestros ancestros, que vaticinaban una nueva guerra llevando al mundo hacia su trágico final, resonaban cada vez con mayor verdad a medida que las semanas se deslizaban implacables.

La OTAN, envuelta en la influencia de organismos siniestros, declaró a Rusia como una amenaza para la humanidad. Pruebas contundentes, o así las llamaban, apuntaban a que Rusia había desafiado flagrantemente los tratados para desactivar armas nucleares y había brindado apoyo a gobiernos dictatoriales. Sin embargo, en esta narrativa de desafíos y traiciones, las líneas de la verdad se desdibujan y la realidad se torna tan esquiva como las sombras que acechan en la penumbra.

Mientras los destinos del mundo se decidían en la penumbra de una sala, en América Latina algunos países buscaban refugio bajo la protección norteamericana ante la amenaza de un conflicto global. Sin embargo, otros alzaron sus voces en defensa de su aliado, argumentando que, aunque lejos de ser perfecto, Estados Unidos tenía un pasado oscuro, al igual que cualquier nación. Aseguraban que las acusaciones en su contra eran falsas, y algunos incluso señalaban a Estados Unidos como un juez parcial en las decisiones de la OTAN.

Después de setenta y dos horas de incertidumbre sobre el destino del mundo, unidades desconocidas asaltaron barcos de ayuda humanitaria norteamericanos, llevando a la declaración de culpabilidad de Rusia y sus aliados más leales. Las fuerzas de paz intervinieron rápidamente para apaciguar a China, que desafió el poder occidental con ataques sincronizados en Taiwán, Corea del Sur y Japón.

Mientras tanto, las fuerzas de la OTAN avanzaron sin una estrategia clara contra las fuerzas rusas, quienes tomaron la agresión como una justificación para invadir el mundo occidental. En poco tiempo, Finlandia cayó ante las fuerzas del antiguo ejército rojo, al igual que la diezmada Ucrania, que luchaba cada día por mantener su independencia como nación.

Desplegando unidades de élite en el Cáucaso, se buscaba debilitar el poder del gobierno turco, renuente a participar en una guerra innecesaria y sangrienta. Ante la inminente invasión rusa, el pueblo iraní decidió respaldar a la nueva potencia mundial. Unidades iraníes asaltaron posiciones petrolíferas en Arabia Saudita, cortando los suministros que los norteamericanos utilizaban para fortalecer sus fuerzas.

La noticia desencadenó una respuesta rápida: armamento pesado fue enviado a Arabia Saudita, reavivando antiguas rivalidades sectarias. El conflicto suní-chiíta estalló, abriendo heridas ancestrales en Oriente Medio. La pérdida masiva de tropas iraníes llevó al gobierno a desafiar a Estados Unidos, bloqueando el estrecho de Ormuz. La respuesta estadounidense fue inmediata; atentados en zonas pobladas por civiles, sumidos en el terror de la frontera.

En uno de esos ataques, la familia del presidente iraní sufrió una pérdida devastadora, desencadenando un bombardeo a las plantas nucleares de Israel. Las consecuencias fueron catastróficas, dando lugar al primer páramo nuclear en la historia.

Los combates por el control de Oriente Medio paralizaron la producción petrolera, afectando gravemente la guerra en Europa, ya cediendo ante el poder ruso. En Asia, las fuerzas de ocupación china consolidaban su dominio, desencadenando la guerra entre India y Pakistán.

Con el alto costo de la guerra, las potencias mundiales recurrieron a sus aliados sudamericanos como comodines para cambiar el rumbo del conflicto. Perú, Bolivia, Paraguay, Venezuela, Ecuador, Costa Rica, Nicaragua y Argentina declararon la guerra a las fuerzas norteamericanas. Obligaron a sus aliados cercanos a unirse al conflicto, marcando el surgimiento de una nueva y caótica fase en la lucha global.

Convocados por la urgencia del conflicto, México, Chile, Brasil, Colombia y Uruguay se unieron, pero en el enfrentamiento resurgieron heridas que parecían cicatrizar. Las traiciones y las pérdidas, aunque intentaban ser olvidadas, persistían en la memoria. Algunos países resistieron al conflicto inicialmente, pero las presiones y las amenazas de perder su libertad avivaron el odio entre hombres que antes se consideraban hermanos. Hombres honorables no dudaron en disparar a aquellos que una vez llamaron aliados.

Las fuerzas unificadas de Perú y Bolivia avanzaron rápidamente para enfrentar a Chile, que con el respaldo de fuerzas británicas y uruguayas logró contrarrestar el contraataque, llevando la muerte a sus respectivos países. La llegada de las fuerzas estadounidenses al continente sudamericano cambió el juego. Cuba fue la primera en caer, proporcionando el tiempo necesario para que las fuerzas venezolanas diezmaran las defensas colombianas. Sin embargo, poco después, la incipiente vanguardia estadounidense ignoró tratados ancestrales y derrotó a las fuerzas venezolanas.

Nicaragua y Costa Rica, viendo la devastación de sus hermanos latinos, decidieron rendirse antes de enfrentar el mismo destino. Pero las fuerzas estadounidenses no buscaban los recursos de estos dos países; su objetivo era Argentina, la nación más rica en materias primas que podría cambiar el rumbo de la guerra en Europa.

La presidente Eleanor Sherwood de Argentina, firme en su posición, declaró que no llevaría a su nación a una guerra sin razón. Sin embargo, ante la amenaza de invasión, no dudaría en alzar las armas en defensa de la patria. Al interceptar mensajes entre las naciones, las fuerzas de inteligencia argentinas informaron a la presidente Eleanor, quien emitió un discurso llamando a las armas a su país una vez más.

"Nuestra nación no es ajena a la guerra; hemos luchado desde tiempos inmemorables. La guerra es la única realidad que conocemos. En el pasado, nuestros ancestros lucharon por nuestra libertad, por la emancipación de América Latina, por la recuperación de nuestro archipiélago. Sin embargo, todo ha cambiado. Durante más de sesenta años, hemos combatido por nuestra tierra contra soldados inhumanos y genocidas.

Pero no podemos continuar así, porque nuestra patria está al borde del exterminio total, a menos que pongamos fin a esto ahora mismo. Nuestros ancestros esperaban que la recuperación de nuestra soberanía sobre el archipiélago uniera a nuestro continente, como sucedió en el pasado. Pero fueron traicionados y ahora aquellos a quienes llamamos hermanos son los mismos que amenazan con arrebatarnos nuestra patria.

Me han notificado que se acercan con una fuerza capaz de exterminar naciones enteras. Incluso nuestros aliados en Europa, nuestra única esperanza para rechazar la invasión norteamericana, nos han abandonado. Pronto no tendremos una nación que defender, lo cual nos deja una única opción.

Contratacar.

Compatriotas, sé que lo que pido no será fácil, pero es totalmente necesario si queremos sobrevivir lo suficiente para ver a nuestros hijos crecer libres y disfrutar en familia los tiempos de paz que nuestro país nunca ha conocido. Debemos llevar la muerte a los invasores, ir allá donde se ocultan y acabar con ellos. En el día de hoy, llevaremos nuestro combate al corazón del enemigo.

Hoy haremos historia en el libro de la humanidad, porque aseguraremos la supervivencia de nuestra nación. ¡Héroes de la patria! ¡Avancen al frente y expúlsenlos lejos de nuestro hogar!

¡Viva la patria!

Operación Argentum: Entre la Gloria y la DesolaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora