El sonido ensordecedor de la artillería resonaba por las calles de Buenos Aires, un eco constante del caos y la devastación que había engullido la ciudad. El soldado búlgaro Nikola Petrova, miembro de los cascos azules de la ONU, avanzaba con cautela por la calle destrozada, sus sentidos alerta ante el peligro inminente. Las órdenes eran claras: evacuar a los civiles y mantener la paz. Pero en medio del pandemonio, la paz parecía una quimera distante.
Un grito desesperado perforó el rugido de la artillería, atrayendo la atención de Nikola. A través del humo y el polvo, divisó a un niño atrapado bajo los escombros de un edificio derrumbado. Su corazón latía con fuerza mientras evaluaba la situación. Cada segundo contaba. Sin vacilar, corrió hacia el niño, su mente llena de miedo y determinación.
Al llegar, vio al niño, de no más de ocho años, luchando por liberarse de la viga de concreto que lo aprisionaba. Sus ojos reflejaban una mezcla de terror y dolor. "Tranquilo, te sacaré de aquí," le aseguró Nikola con voz firme, aunque por dentro luchaba con su propia angustia. Pero el niño no comprendía búlgaro, lo que añadía otra capa de dificultad a la situación. Desesperado por comunicarse, Nikola hizo gestos con las manos, señalando la viga y haciendo señales de fuerza, mientras intentaba transmitir su intención de ayudar.
Mientras intentaba levantar la viga, otra explosión cercana hizo temblar el suelo. Nikola sabía que debía darse prisa, pero la viga era pesada y no cedía fácilmente. "Necesito ayuda," pensó, pero el apoyo estaba lejos. Cada segundo que pasaba, el peligro aumentaba. ¿Podría salvar al niño a tiempo?
Con un esfuerzo supremo, Nikola logró desplazar la viga lo suficiente para liberar al niño. Lo tomó en sus brazos con cuidado y lo sostuvo con firmeza. "Va a estar bien," le aseguró en un intento de calmarlo, aunque el niño no entendía sus palabras. Con gestos de calma y determinación, Nikola intentó comunicarse con el niño, señalando hacia el refugio más cercano y haciendo gestos de seguridad. El niño, aunque débil, se aferró a Nikola con todas sus fuerzas. "Mi mamá... mi mamá está allí," dijo con voz quebrada, señalando un edificio en ruinas. Nikola miró en esa dirección, sabiendo que volver era casi imposible. "La encontraremos, pero primero debemos ponerte a salvo," respondió, tratando de mantener la esperanza viva. Aunque la comunicación era difícil, Nikola estaba determinado a transmitir un mensaje de esperanza al niño.
Mientras avanzaban hacia el refugio, una ráfaga de artillería impactó cerca, lanzándolos al suelo. Nikola sintió el ardor de las heridas, pero el grito del niño lo impulsó a levantarse nuevamente. La desesperación de la situación lo impulsaba a seguir adelante, ignorando el dolor. Con cada paso, las explosiones parecían acercarse más. ¿Podrían llegar al refugio antes de que fuera demasiado tarde?
Finalmente, llegaron a un refugio improvisado donde otros civiles y soldados de la ONU se reunían. Nikola entregó al niño a un médico y se dejó caer contra la pared, exhausto pero aliviado. "Está a salvo," se repitió, tratando de convencerse de que había hecho lo correcto. Mientras el médico atendía al niño, Nikola se acercó y se arrodilló a su lado. "¿Cuál es tu nombre?" le preguntó en un tono amable, usando sus manos para señalarse a sí mismo y luego al niño. "Santiago," respondió el niño, con una chispa de esperanza en sus ojos.
Nikola sonrió y le dijo: "Santiago, eres muy valiente. Vamos a encontrar a tu mamá, te lo prometo," usando gestos de un corazón con las manos y luego señalando hacia el exterior, intentando transmitir seguridad y promesa.
En ese momento, se escuchó un rugido de motores. Un convoy de vehículos de la ONU había llegado para evacuar a los civiles. Nikola ayudó a Santiago a subir a uno de los camiones. Antes de partir, le dio un abrazo rápido, señalando su pecho y luego el corazón del niño, tratando de decirle que estarían conectados. "Sé fuerte, Santiago. Nos veremos pronto."
El convoy se puso en marcha, alejándose del caos y llevando consigo una pequeña llama de esperanza. Nikola observó hasta que los vehículos desaparecieron en la distancia. A pesar del dolor y la fatiga, sintió una paz interior. Había arriesgado su vida y, al menos por hoy, había salvado una.
Mientras se preparaba para volver al campo de batalla, una voz interna le susurró: "Aún hay mucho por hacer, pero hoy has hecho la diferencia." Con renovada determinación, Nikola se levantó y se unió a sus compañeros, listo para enfrentar lo que viniera. ¿Qué más le depararía el destino en esta misión llena de incertidumbre?
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Operación Argentum: Entre la Gloria y la Desolación
Ficción históricaDespués de seis décadas de democracia, Argentina emerge como la primera potencia de América del Sur, alcanzando un apogeo de prosperidad y asegurando un asiento crucial en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sin embargo, en un giro inesp...