Capítulo 3.

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Leo se encontraba comiendo cómodamente en el patio de la escuela junto a sus amigos, compartiendo de los almuerzos que habían llevado aquel día. Era un día tranquilo mientras todos jugaban por todo el lugar y a él solo le interesaba degustar del desayuno que su papá le había preparado aquella mañana. Iba por el tercer mordisco cuando un chillido se escuchó no muy lejos de ahí y todos en la mesa voltearon curiosos.

-¡Deja de molestarme!- Gritó Olivia, una de sus compañeras, al ser empujada por uno de los tres niño que la acechaban.

-Las niñas como tú que no tienen padres no pueden hablar.- Escupió el niño mayor.

-Tengo a mi mami.

-¿Y tu papi? Debió de haberte dejado por lo molesta que eres.

-¡No soy molesta!- Sus ojitos se llenaron de lágrimas, indignada de sus palabras.

Leo se levantó justo a tiempo cuando uno de los otros niños abrió la lonchera de la niña y vació el contenido de esta al suelo, haciendo que su comida se manchara de barro y se desparramara todo.

-¿Qué es lo que hacen?- Cuestinó con molestia, poniendo a Olivia detrás suyo.

-Llegó el otro pero sin mamá- Sonrió burlón ante su llegada.

-¿Por qué la molestan? Ella no les está haciendo nada, vayan a otra parte.- Les hizo un gesto con sus manos de que se fueran, acuclillándose para recoger las cosas, pero el mayor lo empujó, haciendo que cayera de espaldas.

El empujón fue el detonante sufiente para la provocación, consumiendo el cuerpo de Leo en total enojo y soltando el primer golpe directamente en el costado del cuerpo contrario, derribándolo. Fue cuestión de bajar la guardia cuando los dos niños estaban rodando por todo el patio con tal de no perder aquella guerra, sin interferir ningún adulto y siendo de otros niños tratando de buscar algún maestro ante el disturbio.

Pero Leo no se acordaba de que su brazo aún estaba en recuperación, por lo que un mal golpe lo hizo estallar en llanto al sentir el hueso tan frágil aún, lastimándolo nuevamente en el proceso. El niño que estaba arriba de él tratando de soltarle un  golpe se asustó por el frenético llanto y se alejó, justo cuando dos maestros se acercaron y lo ayudaron a levantarse, llevándolo a enfermería y a los implicados a dirección.

....

-Entiendo, directora. De todas formas, gracias.- Charles murmuró con una mueca, saliendo de la dirección con su hija aferrada a su mano mientras sorbía ante las lágrimas.

No era su mejor semana, en sus planes no estaba el tener que cambiar de escuela a Olivia solo porque unos niños la llegaron a molestar, a tal punto que uno de ellos salió lastimado y está en observación. Aquella escuela le quedaba accesible, era un punto medio entre su hogar y el trabajo, pero ahora ya no se sentía seguro sabiendo que su hija era molestada desde hace tiempo y no se había dado cuenta de ello.

El camino al hospital había sido silencioso, sintiéndose molesto al no poder arreglar nada, la discusión que tuvo con la directora y con los padres de esos niños y por sentirse mal padre al no saber que pasaba con su hija cada día que iba a clases. Además, no le gustaba llevarla a su trabajo, pero no tenía una niñera y no podía dejarla sola en casa, de todas formas faltaba poco para cumplir su jornada de aquel día.

-Debiste de decírmelo, cariño. Cualquier cosa que te digan o hagan y que te lastime tienes que decírmelo, no puedes ocultármelo o pasará a mayores como hoy.- Reprendió con suavidad, dejando sus cosas sobre el escritorio del pequeño cubículo.

Olivia no levantó la vista, sabía que estaba trsite y ni podía obligarla a hablar, por lo que solo se limitó a suspirrar y antes de que pudiera tomar asiento la puerta de la sala fue abierta, reconociendo automáticamente a las personas que pasaron.

Figura Paterna | Charlos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora