Prólogo.

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El ir al hospital jamás fue un terror para el pequeño Leo, de echo, consideraba que su padre temía más en cada visita que daban que él mismo. No lo malentiendan, su padre a veces exageraba las situaciones y con un mínimo que se sintiera mal, ya era suficiente como para llevarlo corriendo a que lo checaran.

Aquel día había sentido una molestia en el estómago, culpaba a los dulces de la hora del receso, y cuando sus amigos le avisaron de su dolor a la profesora ella no dudó en llevarlo a dirección para que fueran a recogerlo. Su padre estaba trabajando y no quería molestarlo, pero cuando la directora se percató que no contestaba recurrió a su tía, la cual no dudó en ir por él.

Balanceaba sus pies en la gran silla de espera, mientras su papá seguía hablando con su tía sobre de que aún no pasaban con el doctor. Él parecía muy preocupado y eso le molestaba un pco, creyendo que estaban exagerando la situación, pero ante las palabras de su tía, su situación estomacal parecía casi algo de muerte.

Miró al reloj con desinterés, y antes de que pudiera decirle algo a su papá sobre que ya había pasado su hora de permiso, su nombre fue mencionado por una voz masculina.

-¿Leonel Sainz?

-¡Aquí!- Gritó mientras saltaba de la silla y jalaba la mano de su padre hacía el pasillo.

El enfermero les regaló una sonrisa y los guió hasta un pequeño espacio donde le indicó que se subiera a la báscula donde tomaría su estatura y peso; luego siguió a un pequeño banco donde lo ayudó a treparse hasta quedar a la altura de sus hombros, donde le explicó que le pondría un termometro debajo de su axila mientras esperaban un par de minutos.

-Eres el primer niño que atiendo y que viene tan animado a una consulta, en su mayoría son muy quisquillosos y los padres pelean con ellos para poder siquiera tomarles la temperatura.- Mostró una sonrisa con arruguitas a los lados de sus ojos que se sintió como una caricia al alma, siendo acogedora y graficante para él.- ¿Me podrías decir cómo te sientes?

-Dolor aquí.- Señaló una parte de su estómago.

-Sí es dolor estomacal me temo que no podré darte ningún dulce por lo bien portado que eres.

-¡Me siento bien! Se lo juro.- Articuló con ojitos asustados ante la falta de su dulce.

-Cariño, qué te he dicho sobre jurar.- Carlos habó entre un gesto serio y preocupado.

-Que jurar es malo, perdón.- Bajó la mirada hacía sus manos, justo al mismo tiempo que el enfermero se inclinó para retirar el termómetro y comprobar su temperatura.

-¿Puedo intuir qué es un padre primerizo y que por tanto tuvo un ataque de pánico?

Soltó una carcajada y asintió.

-¿Es muy notorio?

Charles sonrió, asintiendo de igual manera a su pregunta mientras le dirigía una mirada en compresión.

-Lo siento, además de ser padre primerizo solo estamos él y yo, por lo que en cuanto se queja de algún dolor coro con su pediatra para ver de que trata. Ahora estaba en una reunión cuando me hablaron de emergencia de la escuela, yo no tenía mi celular conmigo así que me alarmé después de tantas llamadas, tuvo que ir mi hermana a recogerlo y cuando los vi llegar a mi trabajo me preocupé peor porque creí algo mucho más grave, pero ahora lo está revisando ya puedo respirar.- Se cruzó de brazos mientras dejaba escapar un suspiro retenido, sintiendo un peso menos sobre sus hombros.

-Está bien, yo sufrí al principio de igual manera con mi hija. Al principio piensas que el mundo se te viene encima porque te sientes solo en ese momento, los niños aún no logran comunicarse bien por su edad y nos dan muchos síntomas a lo vago que muchas veces lo interpretamos de manera exageradas, por lo que decidimos correr al doctor. Te acostumbrarás, demás pareces tener un niño bien portado que no le teme al doctor, ¿No es así, amiguito? ¿No temes venir aquí?- Acarició su cabellera, provocando en los dos hombres una sonrisa.

Figura Paterna | Charlos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora