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Era se una vez, en un pueblo muy muy lejos, una joven muy peculiar, o como prefiere llamarse ; un joven muy extraordinario.
   
  





  
   
Narraba una voz en la lejanía siendo llevada por el aire, su canto era como un susurro entre los árboles, que revoloteaba entre las hojas secas que caían de las ramas.
   
  





  
   
Esta criatura, hijo de una costurera y de un bibliotecario, vivía engullendo libros y libros, tan metido en su mundo de fantasía donde los dragones y los caballeros peleaban. Aunque, siendo sinceros, le gustaban más las novelas de terror.
   
  





  
   
Dentro de una desvalijada casa se podía ver a un infante, portaba un vestido verde opaco con su cabellera corta y unos anteojos algo grandes para su infantil rostro.

La pequeña criatura se notaba incómoda ; " odiaba " usar vestidos, bueno, odiar es una palabra muy fuerte.

Los encontraba adorables y muy lindos, pero le incomodaba el hecho de tenerlos puestos por aquella implicación que se daba ; el significado femenino de los vestidos.

── Olivia, es hora de prepararse para dormir ─ Hablo una mujer. Haciendo a un lado su tejido sobre el traje de su esposo y mirando la luna a través de la ventana. Se aproximó a su pequeña creación.

── Pero no tengo sueño, mami ─ Hablo una pequeña y sutil voz, mientras dejaba el libro de lado, extendiendo sus pequeñas manos hacia la mujer que fácilmente la levanta, llevándola a su habitación.
   
  





  
   
Poco sabía está dulce criatura, que algún día sería un pilar importante de una historia tan maravillosa, mágica e interesante.
   
  





  
   
Vuelve a cantar aquella voz que nadie podía escuchar, pareciendo solo un invento, pero la verdad es que esa extraña mujer que citaba aquello, no estaba del todo equivocada.

Esa noche, el pequeño de lentes tuvo un sueño muy extraño. Se levantó llorando y corriendo a la habitación de sus padres en medio de la noche, gimoteando entre lágrimas su horrible pesadilla.

── He . . entonces . . el ave me agarró y - y me levantó de - después yo caí y - y ─ Sollozaba desesperadamente el pequeño pimpollo, mientras sentía como el aire de sus pulmones se iba al no poder hablar bien.

── Shhh, tranquila mí princesa, fue solo un mal sueño, papá y mamá están aquí, nada podrá hacerte daño ─ Tranquilizo un hombre, su padre, mientras abrazaba al infante, meciéndolo en sus brazos y tomando un libro para contarle una historia para dormir.
   
  





  
   
Los años fueron pasando en aquél pueblo muy muy lejano, llamado Gabaldón. Años donde la pequeña criatura fue creciendo y floreciendo, con elegancia y sabiduría.

La mayoría lo criticaba, parecía que sus gustos por la moda y el peinado " novedosos " no eran muy agraciados para los habitantes de Gabaldón.
   
  





  
   
Ahora, años después, nos encontramos a un joven hecho y derecho, con pantalones verdes y camisa blanca semi atada en la parte del cuello, sin olvidarnos de sus lentes, ahora aptos para su rostro. El mismo se encontraba organizando libros en la estantería de la pequeña biblioteca del pueblo.

── Olí, querido, ¿ Puedes ayudarme con esta caja ? ─ Hablo una mujer algo mayor, con lentes y una pequeña boina negra, ciertamente tenía un aire extravagante y bastante alegre.

De entre las estanterías salió, su piel lechosa con leves puntos marrones fue tocada por los finos rayos del sol de Gabaldón.

── Claro señora Deauville, ahora voy ─ Hablo el ahora proclamado Oliver, o simplemente Oli para los amigos, dejando el libro de poesía de lado para acercarse hacia la mujer y ayudarla con la caja de libros recién ingresados.

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