3. El chico de la guitarra

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Julia

Un día antes de aquel día gris de enero del 2021

Se había derrumbado mi castillo de naipes. Había perdido el equilibrio después de caminar en la cuerda que daba al vacío por demasiado tiempo. 

Dejé de ser. Dejé de pensar. Solo sentía desolación, solo era desolación. No existía el hambre ni el sueño, no existía el tiempo.

—No puedo hacer que deje de doler, pero puedo alejarte. 

Y, perdida como estaba, acepté la salida. Necesitaba irme, necesitaba dejar todo eso a miles de kilómetros de distancia, necesitaba abandonar los restos del chico de la guitarra que inundaban cada pequeño detalle de la casa. 

Era el fantasma que de madrugada se me presentó recortado contra la luz del pasillo; era los pasos cuya cadencia me sabía de memoria; era la risa que había dejado de sonar hacía demasiado tiempo por las habitaciones; era mi todo y me había dejado en la nada.

—Dejará de doler, lo sabes. Ahora tienes que centrarte en el trabajo, en las exposiciones, en Nueva York. Deja de pensar en el perdedor, piensa solo en tu fotografía, en lo que vamos a conseguir juntos —me dijo Pierre. 

Me aferré a eso y, en modo autómata, empecé a hacer las maletas.

Todos mis noviembresWhere stories live. Discover now