VI: ya no llores

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Lori llegó muy feliz a la escuela, saltando de alegría y cantando.

—You spin me right round, like a record, baby, round, round, round, round.

Su sonrisa se borró justo cuando llegó al salón casi vacío. El único que había llegado era Adrian.

Lori recordó de repente que no había hecho el maldito reporte para química. Antes de que Adrian la viera, se fue directo a la sala de cómputo.

—La vida es una mierda —murmuró para sí misma.

"¿Quién se salta la clase de las 7 de la mañana? Nadie. Hace frío y la cafetería no abre hasta las 8. Todo porque olvidé hacerlo," pensó con frustración.

Lori, de muy mal humor, encendió la computadora.

—Ahora verás, escoria, lo que tu compañera puede hacer —se dijo mientras se disponía a escribir.

"Soy una escritora amateur, con más de 20 mil palabras de experiencia, haré el mejor ensayo o lo que sea," pensaba confiada mientras abría un documento.

Por supuesto, después de 20 minutos, Lori ya se había rendido; solo había escrito el título. Pasaron 15 minutos más y el documento seguía igual.

Decidió que era hora de recurrir a su mejor amigo: ChatGPT. En menos de 10 minutos, Lori ya estaba regresando satisfecha al salón.

Entró con una sonrisa triunfal. Al entrar, cruzo miradas con Adrián, que al verla, dio un suspiro de alivio.

No había lugares disponibles con sus amigas, así que no tuvo más opción que sentarse con su nueva queridísima amiga.

—¿Por qué llegas apenas? —preguntó Micaela, levantando la vista del libro.

—¡Por nada! —respondió Lori con un entusiasmo exagerado—. Solo necesitaba terminar algo rápido.

Micaela la miró con una ceja levantada, claramente no convencida.

—¿Hiciste la tarea?

—Claro, de todas las clases. A partir de hoy, soy una persona muy responsable —Lori se encogió de hombros y sonrió de lado.

Micaela la miro sin decir nada.

—¿Algo así? —dijo, dejando caer su mochila en el asiento y sentándose detras de Micaela—. Digamos que recibí una pequeña ayuda.

Micaela negó con la cabeza, sonriendo aunque sin entenderla.

—La vida es demasiado corta para pasarla estresada por tareas, ¿no crees?

Micaela no pudo evitar reírse.

—¿Siempre eres así, Lori? Siempre creí que eras una buena estudiante.

Lori sonrió, encogiéndose de hombros de nuevo.

—Que sea lo que tenga que ser —dijo—. Ahora, vamos a poner atención y estudiaré mucho, claro que sí —declaró con mucha energía mientras tomaba nota.

Micaela suspiró, sin creerle.

Después de terminar la clase, Micaela volteó a ver qué estaba haciendo su compañera y definitivamente no había puesto nada de atención; Lori se encontraba jugando un videojuego, con sus apuntes a medias.

—Vaya, realmente te libras de tus palabras, ¿no? Yo casi te creí —dijo, intentando fingir decepción.

—¿Qué dices? Déjame jugar —Lori frunció el ceño sin prestarle atención.

Micaela rodó los ojos y se giró, claramente molesta.

Lori pareció notarlo y sintió un poco de culpa; suspiró, resignada.

Al ritmo de los perdedores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora