Hoy me he dado cuenta de lo mucho que necesitaba llorar y que desde hacía tiempo no me lo estaba permitiendo. De alguna manera sentía que me lo debía, pero a la vez siempre acababa relegado al final de mi lista de tareas, porque la vida es exigente y a veces hasta para llorar tenemos que hacerle un hueco en la agenda.
Nos enseñaron que las lágrimas había que reprimirlas, que llorar significaba rendirse, que era el último recurso solo permitido a los cobardes.
Y qué equivocado(s) estaba(n), que valiente es llorar, que necesario ser consciente de nuestra propia fragilidad y darle espacio. Que valiente es permitirse a uno mismo sentirse débil, confuso, sin respuestas, y como eso nos conecta, nos acerca. Reconocerse frágil como un acto de desobediencia y coraje. Enfrentarse al mundo con vulnerabilidad valiente.
~Créditos a quien corresponda.
