Capítulo uno.

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La lluvia caía sobre sus hombros empapándolo por completo, el cielo se encontraba con ese color grisáceo característico de un clima como lo era el de Londres mientras las personas caminaban y corrían de un lado a otro con sus paraguas, sin dejar que el mundo se detuviese para poder seguir con sus vidas normalmente.

A excepción de Sergio, quien para él, su vida se había detenido hace dos días. El mundo se había parado frente a él y todos parecían quedarse inmóviles ante sus ojos mientras veía como ese ataúd de color café bajaba hasta el fondo de la tierra y ésta comenzaba a caerle poco a poco.

—Te estás mojando, Sergio. —la voz de Charles se escuchó a su costado pero el omega de ojos cafés no se inmutó a sus palabras—. Vamos, puedes pescar un resfriado.

—No me importa —murmuro con su voz rota mientras veía como poco a poco la tierra cubría el ataúd.

—Estoy seguro que ella no hubiese deseado que te enfermaras, así que vámonos...

—Pero ella ya no está, Charles. —lo corto el omega mirando a su amigo.

Charles apretó sus labios al ver la tristeza en los ojos del omega antes de suspirar y simplemente dedicarse a abrazar sus hombros mientras los cubría con el paraguas.

Sergio miró una vez más el ataúd y suspiró temblorosamente mientras sentía como sus manos se tensaban en sus bolsillos y desviaba un poco la mirada; sus padres habían tenido un desastroso accidente, el cual se los había arrebatado sin que él tuviese tiempo a reaccionar y ahora, veía como el ataúd de su madre era enterrado en la tierra mientras el sacerdote daba el último sermón y todas las personas se acercaban para dejar su pésame.

Había nacido en el seno de una familia mexicana, pero desde que tenía uso de consciencia vivían en Londres donde la empresa de su familia había florecido y los había llevado a tener el estatus y el dinero que poseían, sin embargo, ahora nada de eso podía llenar el vacío que Sergio sentía.

Las personas seguían acercándose a él, abrazándolo y dándole el pésame de la muerte de su padre pero ¿de que servía eso?, ¿Era algún tipo de consuelo? Sergio no lo sabía, porque estaba sumergido en sus pensamientos mientras observaba la tierra caer sobre el cuerpo de su madre, sintiéndose terriblemente culpable.

Cuando por fin el ataúd fue cubierto de tierra, Sergio se apartó avanzando hasta la camioneta que los esperaba, dio una última barrida al lugar y suspiró temblorosamente antes de subir al auto y ver a Charles subir detrás de él, el único que había estado con él desde que comenzó este desastre.

—¿Y Lewis? —se atrevió a preguntar segundos después de que la camioneta avanzara hacia la carretera principal.

Charles suspiró—. Ay, Sergio. Lewis no vino, trate de llamarlo pero no contesto.

—Seguro está ocupado... —murmuro y Charles lo miró con cierta incredulidad en sus ojos antes de negar.

—Ahora lo que importa es que te mejores. Deja de pensar en alfas estúpidos —murmuro el ojiverde tratando de sonreírle mientras apretaba su mano contra la suya—. Debes descansar, llevas dos noches sin hacerlo y el doctor dijo que...

—Ire a ver a mi padre antes de regresar a casa. —murmuro mientras miraba hacia las ventanas—. El abogado de mis padres dijo que empezaría el largo camino para poder manejar las empresas de mi familia y eso...me asusta demasiado.

—Se que podrás hacerlo —Charles le sonrió un poco.

—Mi padre siempre dudo eso, jamás me interesaron y ahora...debo hacerme cargo de esto.




[...]

Los timbres del celular sonaron del otro lado de la línea y Sergio suspiró frustrado mientras dejaba caer su cuerpo sobre el sofá y a un lado su teléfono, enterró su rostro entre sus manos y gimió frustrado antes de alzar la mirada y encontrarse con la imagen de su padre en esa camilla, postrado y sin abrir sus ojos.

The sweetest obsession » Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora