Capítulo cuatro.

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¡Que no vuelva a ocurrir!

La sonrisa socarrona que el alfa neerlandés había dibujado en sus labios solo parecía enfurecer aún más a Sergio quien se encontraba en su habitación, tumbado boca arriba sobre su cama y con sus manos sobre su pecho terminando de procesar lo que había ocurrido hace un par de días atrás en su misma casa.

Max había llegado a verlo pero su visita terminó con ese maldito beso, su omega había quedado encantado pero el mexicano lo único que logró hacer fue abofetearlo por su atrevimiento mientras esa sonrisa retadora y socarrona que el alfa dibujaba en sus labios parecía perseguirlo como una mantra en su cabeza.

Luego de dos días encerrado en su casa y hablando con Christian cada que podía en un intento de romper esa cláusula, había decidido que ese día saldría a visitar a su padre una vez más. Pagaba grandes sumas de dinero al hospital para que mantuvieran a su padre conectado, sintiéndose incapaz de dejarlo ir y darse cuenta de que lo había perdido todo.

Casarte con Max es tu única salida, Sergio. El dinero que ahora posees no durará mucho si quieres seguir manteniendo a tu padre conectado a esa máquina —Christian le había dicho seriamente—. Además, debes hablar con su abogado.

Me explico la cláusula, pero no me atreví a leer las decisiones que mi padre tomó para su muerte en caso de un accidente —le había confesado bajo la apenada mirada del omega mayor.

Sergio se sentía un cobarde porque gracias a él, estaban en esa posición y lo único que podía hacer era hacerse un ovillo en su cama y llorar durante largas horas tratando de despertar de esa pesadilla, dándose cuenta que no era ninguna, sino la realidad que lo golpeaba cada vez más.

No quiero casarme con Max, tengo a...Lewis.

Christian solo había soltado un suspiro y después había dicho que era su decisión, pero debía tomar una rápidamente antes de que todo terminara en caos.

Un suspiro salió de su garganta y se levantó de su cama, caminando hasta el perchero donde tomó su abrigo, colocándoselo antes de salir y tomar sus lentes oscuros. Bajo la escaleras siendo recibido por una de las sirvientes a los pies de la escalera con una pequeña sonrisa.

—Señorito Sergio, hay algo para usted —murmuro y Sergio supo lo que era—. Venía con esto.

—¿Del señor Verstappen?

—Como los anteriores dos días, señorito.

Tomó la nota y la leyó rápidamente antes de ver las rosas que había enviado esta vez. Se acercó hasta el lugar y acaricio uno de sus pétalos, el fuerte aroma a rosas llegó a sus fosas nasales y suspiró antes de sonreír un poco hacia la sirvienta y pedirle que las pusiera en agua.

Max había estado enviando flores los últimos dos días después de su beso, Sergio creía que Max tenía una predilección por el masoquismo o algo así, tanta era su insistencia que no parecía afectarle su rechazo incluso cuando su lobo había dictado que eran...destinados.

Salió de la hermosa casa que sus padres habían dejado y subió a una de las camionetas antes de dictarle la primera dirección. Charles lo esperaba, carajo, era tan cobarde que no podía ir solo a ver a su padre y Charles era su único amigo en ese lugar y el monegasco se había ofrecido a acompañarlo siempre, incluso sabiendo que a Charles no le gustaba ni asistir a funerales o cosas así.

[...]

—¿Ya tomaste una decisión?

Charles se abrazó de su brazo mientras avanzaban por el pasillo blanquecino e iluminado del hospital. Las feromonas de este parecían afectar al castaño pero se mantenía fuerte al lado de su amigo quien bajo la mirada un poco y soltó un suspiro un poco cansado debido a lo que se refería.

The sweetest obsession » Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora