Capítulo 2: Encerrados

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Eugene, el enfermero nos trajo dos pantalones negros y dos camisetas blancas. Nos informó de que Rooney Turner volvería en unos minutos y que deberíamos prepararnos mientras tanto, y nos dejó solos.

- ¿Que se supone que debemos hacer?-preguntó Jayden levantándose.

- No lo sé, pero estaría bien empezar con poniéndose de pie.

Jayden asintió. Me deslicé de la cama, y mis pies sintieron el frío contacto con el linóleum del suelo.

La puerta se abrió chocando contra la pared, y apareció Rooney al otro lado. Tuvo que agacharse para entrar por el marco, debía de medir unos dos metros. Nos hizó una señal para que le sigamos.

Al salir de la sala, había un largo pasillo totalmente blanco. Las paredes, el techo, el suelo e incluso todos los muebles eran blancos. Nuestro monitor nos condujo hasta una puerta de acero.

- Jayden Hall y Brett Thompson, es un honor para mí poder ser vuestro orientador de combate. Seguramente os sorprenderéis al pasar por esta puerta. Os tengo que recordar que habéis perdido toda la memoria, lo que implica que no conocéis a nadie, pero ellos sí que os conocen. Y algunos demasiado bien- esbozó una sonrisa, y acto seguido tiró del pomo.

El metal chirrió, y por el hueco creciente entraba una fulgor brillante, que probablemente provenía del Sol.

Aunque haya perdido la memoria, recordaba, por lo menos, como era una ciudad normal y corriente. Pero la calle que vi por el arco de la puerta no se parecía en casi nada a lo que me esperaba.

El cielo era azul blanquecino y estaba completamente despejado. Todos lo edificios , sin excepción eran blancos con pequeños detalles azules. Habían grúas por todos lados. El suelo estaba limpio. La gente circulaba con bicicletas a una velocidad peligrosa. No se veía ni un coche. Rooney señaló unas vías que unían todos los pisos.

-Si queréis desplazaros por el recinto, tenéis a vuestra disposición dos opciones. Las bicicletas con motor aéreo o el tranvía, que pasa cada dos horas y conecta todas las manzanas de edificios. Podéis acceder a ello subiendo al techo de cualquier piso civil. El conductor frenará en cuanto os vea-esbozó otra sonrisa falsa- Ahora vamos a subir a vuestro dormitorio.

Les llevó por un laberinto de pasillos idénticos, hasta llegar a un ascensor de vidrio. Pulsó unos cuantos botones y metió una tarjeta en el panel de control.

- Buenas tardes, caballeros. Soy S-70, usted pulsó el piso 36, ¿Correcto?- anunció una voz monótona de mujer.

-Correcto-respondió el monitor vocalizando bien.

- ¿Quién era esa que nos habló?- Pregunté cuando empezamos a subir.

- El ascensor- dijo Rooney escupiendo cada palabra, como si fuese lo más lógico y racional del mundo- Pero no es "esa". Hay algunos días en las que le apetece ser mujer y otros en las que decide ser hombre.

Resulta que nuestro dormitorio consistía en una pequeña y asfixiante habitación, con tan sólo una cama matrimonial.

- Estás bromeando, ¿verdad? Dime que no tenemos que dormir juntos- repliqué a Rooney.

- ¿Algún problema?

- Pues sí- miré a Jayden buscando refuerzo, pero él sólo bajó la vista y se encogió de hombros indolente.

-¿Cuánto tiempo estaremos aquí?

-Lo que tarden los mensajeros en enviarle los informes sobre vosotros dos a los "Tempaineres" - salió de la habitación dando un portazo.

- ¿Quiénes son esos "Tempaineres?- grité, pero estaba claro que no me oía.

Me giré echando un vistazo a la patética estáncia.

-Esto me da mal rollo. Todo es tan...-era como si Jayden se fuera a atragantar con sus propias palabras.

- ¿Blanco?- sonreí y me tiré de espaldas a la cama.

Se rió y se sentó a mi lado.

-Ese tío, el Rooney Turner, tiene algún problema. No sabe como abrir ni cerrar una puerta sin despertar medio Universo -estalló en carcajadas- Además esa bata negra que lleva es ridícula. Parece un mago enfurecido cuando recorre los pasillos a grandes zancadas.

Pasamos un rato hablando. Y con cada minuto que pasaba estaba más y más seguro de que conocía muy bien a Jayden. Ya me esperaba cada respuesta suya y sabía cuál sería su reacción. Era reconfortante tener a algún conocido en un sitio tan extraño y espeluznante.

Cuando nos quedamos sin tema de conversación, el silencio reinaba entre nosotros. Las paredes no dejaban traspasar ningún sonido del exterior.

Me levanté e intenté abrir la puerta, pero no cedía. No había ni una ventana, ni agujeros de ventilación.

Aguantamos varias horas sumidos al silencio y a la blancura del dormitorio.

Estábamos encerrados. Como ratones de laboratorio.

Tal vez lo éramos.

Recinto del futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora