08 - Fuego, Cachiporras Vibrátiles y Vampíresas-

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Alfonso me dejó sola después del épico fracaso de nuestra visita a la tienda de lencería.
No estaba celosa. Lo juro. La culpa la tenía el Chichi. Se había agarrado un cabreo monumental mostrándolo de mil y una maneras por toda la tienda. El Ver*gazo Prodigioso tendría que besarle algo más aparte del cu*lo para ganárselo de nuevo. Tal vez Alfonso lograra solucionarlo con otra ronda de azotes, pero yo no podía asegurárselo.
Me acosté antes que Alfonso y cuando él se metió en la cama sin hacer ruido fingí dormir. Me dolió un poco que se acostara dándome la espalda y dejando tanto espacio entre los dos, sin adoptar desnudo la postura de las cucharillas o la del misionero conmigo, sin manoseos, sin nada de nada.

A la mañana siguiente me desperté antes que él. Cuando me levanté para darme una ducha Alfonso siguió durmiendo, y eso que hice mucho ruido. No me preguntes por qué quería despertarle, ya que no lo sé. A lo mejor echaba de menos a ese ca*brón.
Incluso me fui al baño desnuda, hurgué en su armario buscando algo que ponerme, tiré aposta un par de zapatos suyos al suelo (y los dejé allí) y cerré la puerta del armario con más fuerza de la necesaria. Pero nada. Así que tenía que averiguar hasta dónde podía llegar, ¿no crees? Me refiero a que era imposible que siguiera durmiendo con todo ese jaleo.

Pero de pronto me rugieron las tripas, era hora de desayunar, y acordándome de haber visto en la despensa una caja de copos de maíz, me olvidé en un santiamén de cómo era posible que Alfonso Herrera siguiera durmiendo como un bendito.
Cuando me acababa de tragar la última gota de leche endulzada de mis cereales y de dejar el bol en la pileta, apareció Alfonso. ¡Dios santo!, se quedó plantado en la cocina con el pelo húmedo recién lavado y unos vaqueros envejecidos de cintura baja y nada más, aparte de la cinturilla negra de los calzoncillos Calvin Klein. El Alfonso desnudo estaba de vértigo, pero este Alfonso semidesnudo, que no llevaba más que tejanos... estaba para desmayarse.

Y el caminito de vello que desde el ombligo conducía a esa deliciosa maravilla suya estaba para comérselo a lametazos. Y al decir «maravilla» me refiero a que su plátano mañanero estaba en plena forma, porque el bulto que se le marcaba bajo los vaqueros era descomunal.
El Chichi cruzándose de brazos desafiante, le dio la espalda. Se negó a mirar o incluso a reconocer la presencia del Ver*gazo Prodigioso.

—Buenos días, Anahí —dijo él pasándose sus pornotásticos dedos por entre el cabello.
—Buenos días, Ver*gazo Prodigioso. Mm..., quiero decir Alfonso.

Alfonso arqueó una ceja y luego se movió, apuntando con sus pies descalzos hacia donde yo estaba. Cuanto más se acercaba a mí, más reculaba yo, hasta que me quedé contra la pileta. Él apoyó las manos en la encimera y me encerró en medio de sus brazos antes de inclinar la cabeza y darme un bochornoso beso.
La Agente Doble Co*ñocaliente le miró por encima del hombro y luego volvió a darle la espalda, recordando que seguía cabreada con él.
Su boca sabía a menta fresca y por un momento se me pasó por la cabeza chuparle la lengua, pero entonces él hubiera pensado que yo quería acaparar su atención. Y aunque fuera verdad, él no lo sabía, y yo no vi ninguna razón para dárselo a entender.

Redondeó el beso chupándome el labio inferior y luego hundió la cabeza en mi cuello, pegando su cuerpo al mío. Al sentir su descomunal bulto aplastado contra mis partes femeninas, la resistencia del Chichi flaqueó. Alfonso me rodeó la cintura con sus fuertes brazos y me ciñó más a él mientras seguía sobándome licenciosamente. Su cuello estaba ante mis labios, con sus tensos y seductores tendones. No podía contenerme por más tiempo, tenía que saborearlo.
Inclinándome hacia él, le chupé la piel de la cavidad del cuello y él gimió de gusto a mi oído. Se la chupé con todas mis fuerzas, porque por alguna razón que desconocía, seguía cabreada por lo del día anterior y me sentía un poco posesiva.

Un millón de secretos inconfesables | Anahi y Alfonso| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora