CAPITULO 2.
PIEL DE LOBOLa mañana siguiente desperté enredada en los brazos de Ethan. Observé el desastre de la habitación. Había sido una noche...intensa. Luego de toda la rabia que había contenido durante la cena en mi choza sólo pude huir de allí. Necesitaba escapar de esas garras qué se me aferraban a la garganta, la necesidad...la desesperación.
Quería darle todo a mis familias. Quizás, si fuera más egoísta, me hubiera guardado todas mis pagas y podría haber huído de la aldea, lejos de aquí, muy, muy lejos.
Jugué con la bolsa de monedas que había en el mesa. Ethan seguía dormido, soltando algunos ronquidos mientras seguía enredado en el furgón. Pensé en despertarlo y atosigarlo con preguntas sobre Tomas Mandray. Él era amigo suyo, quizá podría sacarle unas palabras que me dieran seguridad sobre el posible matrimonio de Nesta y Tomas.
Suspiré. No, no me incumbía a mí investigar sobre el tipo que corteja a mi hermana. Nesta ya es bastante mayorcita para saber distinguir el peligro de la seguridad.
Me escapé de la casa de Ethan sin ser vista, antes de que él despertara. Por supuesto me guardé las monedas en los bolsillos de mi vestido, y le robé un pan que había sobre la mesa de la cocina. No notará la falta, es demasiado despistado para hacerlo.
El sendero que me guió a la aldea estaba manchado de negro y blanco a causa del paso de los carros y los caballos. La aldea era todo menos bonita, los colores eran tristes, apagados. Pero al menos pasaba desapercibida en ese frío invierno.
—Vete a recitar tus estupideces de fanática frente a los tontos. No vas a encontrar conversos por aquí.—Alcé la oreja cuando escuche una voz bastante familiar.
A unos metros de mí, Nesta estaba recta como un tronco frente a una joven. Reconocí el brazalete de campanilla de plata que le colgaba de la muñeca. Eran los Benditos. Había otros cinco acólitos con la muchacha.
Nesta se levantó la manga del abrigo y le mostró su propio brazalete de hierro. Yo me deslice por la nieve hasta quedar detrás de los fanáticos.
—¿Ves esto? Es lo que tú también deberías usar. No unas campanitas de plata para atraer a esos monstruos inmortales.
—¿Cómo te atreves a usar esa horrible afrenta que ofende a nuestros amigos inmortales...?
—Vete a predicar a otra aldea—escupió Nesta.
A mi lado, dos esposas de granjeros torcieron sus caras con disgusto.
—Puta amante de los inmortales.
El silencio fue mortal. No me apeteció intervenir. En realidad, era hasta divertido ver a Nesta enfrentarse a alguien que no fuese nosotras.
ESTÁS LEYENDO
UNA CORTE DE ESTRELLAS DORADAS [ACOTAR]
FantasíaACOGS | Braelyn había nacido para la guerra, pero también para el sufrimiento. Nacida como la tercera hija en una familia que cada vez se fundía más en la miseria, Braelyn se vio forzada a vender su cuerpo a cambio de unas monedas para alimentar a s...