03. Una bestia toca mi puerta

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CAPITULO 3.
UNA BESTIA TOCA MI PUERTA

  Por la noche, volvimos a cenar la cierva

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  Por la noche, volvimos a cenar la cierva. Esta vez usamos el caldo que había traído anoche y comimos un rico estofado; nos dimos el gusto de comprar unas verduras y un poco de pan. Elain y Nesta estaban más habladoras qué de costumbres, satisfechas con sus nuevas botas y capas que habían pagado demasiadas caras. Al menos, la noche parecía tranquila.

Nos habíamos reunido alrededor del fuego luego de cenar. Mi padre estaba recostado en un sillón con la mirada perdida en las llamas, Nesta y Elain habían arrastrados sus sillas y Feyre y yo nos sentamos en el suelo, más cerca del fuego qué de las ventanas. Pensé en lo extraña que era la situación.

Mi familia parecía más tranquila, con las panzas llenas y sus nuevas prendas, pero yo seguía sintiéndome...vacía.

Hoy no iría a la taberna, dictaminé. Me daría el gusto de dormir hasta tarde sin preocupaciones. Hasta Nesta estaba de buen humor, había cortado leña no una, sino dos veces sin que nadie se lo pidiera. La caza de Feyre había significado un buen augurio para toda la familia.

Entonces, la calma se esfumó. Un rugido sacudió las paredes de la choza y mis hermanas gritaron. Cuando la puerta se abrió de repente, una bestia emergió por el umbral.

Feyre había saltado en su sitio y su mano viajó al mango de su cuchillo de caza. La bestia era tan grande como un caballo, y la cabeza era similar a la de un lobo, aunque claro, los cuernos qué le sobresalian no eran tan horrorosos como las enormes garras negras, filosas como dagas. Mi grito quedó atorado en la garganta cuando enseñó sus colmillos amarillos.

La criatura se alzó en dos patas y aulló una sola palabra:

—¡Asesinos!

Era un inmortal.

Jadee, las manos me temblaron sobre la falda de mi vestido. Nesta y Elain estaban arrodilladas contra una pared, y mi padre, tan ingenuo como siempre, estaba de cuclillas frente a ellas. Tomé el brazo de Feyre cuando dio un paso adelante.

—¡Asesinos!

—P..., por favor. —Mi padre no tenía el coraje de acercarse. Odie su cobardía mientras Feyre y yo temblabamos frente a la bestia —. No sé qué hicimos..., pero fuera lo que fuese, fue sin intención y...

—Nos..., nosotros no matamos a nadie—sollozó Nesta. Era la primera vez que la veía tan vulnerable.

El miedo me había paralizado el cuerpo entero. Aunque mi mano seguía aferrada al brazo de Feyre lo único que pude hacer fue observar a la bestia con ojos brillosos. ¿Así que esta era la manera en la que el desconocido se presentaba? Hoy íbamos a morir, y yo todavía no estaba preparada para conocerlo.

No aún.

—Fuera. —Feyre le ladró a la criatura y sacudió los cuchillos qué tenía en las manos—. Fuera. Fuera.

UNA CORTE DE ESTRELLAS DORADAS [ACOTAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora