─── O4

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──¡Alto!── ordené con voz firme, dejando que el eco resonara en el campo de entrenamiento ──. ¡Eso es todo por el ejercicio de la mañana!

Vi cómo Kafka y Kikoru se acercaban a mi posición, sus pasos marcados por el cansancio pero con una determinación que no podía sino admirar. Extendí botellas de agua y pequeñas toallas hacia ellos, observando cómo tomaban un respiro necesario.

──Buen trabajo el de hoy, chicos── felicité, dejando que una sonrisa genuina asomara en mis labios.

Kikoru, con su cabello empapado de sudor y mechones pegados a su frente, sonrió orgullosa. Mi corazón dio un brinco de felicidad al ver esa expresión en su rostro. Desde la muerte del comandante Isao, había temido que la pequeña de Kikoru no volviera a sonreír... no después de lo que había sucedido.

Mientras Kafka se secaba el sudor y tomaba grandes sorbos de agua. La vi cerrar los ojos, permitiéndose un momento de paz.

──Lo estás haciendo muy bien, Kikoru── dije suavemente, tratando de transmitir todo el apoyo y la confianza que sentía hacia ella.

Kikoru abrió los ojos y me miró, sus ojos reflejando una mezcla de gratitud y tristeza.

──Gracias, Rea── respondió, su voz un susurro cargado de emociones ──. Estoy tratando de ser fuerte, pero a veces... a veces es difícil.

Asentí, entendiendo perfectamente lo que sentía.

──Lo sé── respondí, colocando una mano en su hombro ──. Nadie espera que seas fuerte todo el tiempo. Pero has demostrado una y otra vez que tienes la valentía y la determinación de seguir adelante, incluso en los momentos más oscuros.

Kikoru asintió lentamente, sus labios curvándose en una sonrisa pequeña pero sincera. Me recordó tanto a Isao en ese momento, su manera de encontrar fuerza en medio de la adversidad.

Mientras tanto, Kafka se acercó, con su botella de agua casi vacía.

──Rea, gracias por todo── dijo Kafka, con una seriedad inusual en su voz ──. Sé que ha sido difícil para todos nosotros, pero especialmente para ti y Kikoru. Apreciamos lo que estás haciendo.

Miré a Kafka, viendo la sinceridad en sus ojos. Mi corazón se llenó de gratitud y responsabilidad. Isao había confiado en mí, y haría todo lo posible por honrar esa confianza.

──Es lo menos que puedo hacer── respondí, mi voz firme pero cargada de emoción.

Ver el cuerpo del comandante Isao, inerte y profanado por el kaiju, fue una de las experiencias más desgarradoras de mi vida. No pude llegar a tiempo para salvarlo, para pelear a su lado, para dar mi vida por él. La impotencia y la culpa me asfixiaban. Quizás por eso insistió tanto en que volviera a pelear, quizás ya tenía un presentimiento de las cosas que estaban por venir.

Aún lo recuerdo vívidamente, verlo ahí de pie, pero algo no andaba bien. Ya no era el comandante que respetaba, su rostro... era diferente, todo era diferente. La frialdad en sus ojos, la distorsión en su postura, todo indicaba que el maldito kaiju había tomado su cuerpo, tal como los informes que leí habían advertido. La desesperación me invadió, sintiendo un nudo en el estómago y un peso en el pecho.

El capitán Narumi y yo peleamos con todo lo que teníamos, eliminando los kaijus que nos detenían, pero ni con la ayuda de Kafka y Kikoru pudimos llegar a él. Cada paso que daba hacia él, cada kaiju que derrotábamos, parecía inútil. El caos y la destrucción a nuestro alrededor solo acentuaban mi angustia. Las llamas consumían edificios, el humo se elevaba al cielo. Era un paisaje de pesadilla, donde la esperanza parecía desvanecerse con cada segundo que pasaba.

𝐋𝐎𝐒𝐈𝐍𝐆 𝐘𝐎𝐔 ─── Soshiro Hoshina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora