Capítulo 4: Ecos en el pasillo

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La limosina avanzaba hacia el colegio. La mansión Sakamaki quedaba atrás, un lugar de sombras y susurros, mientras que el colegio se perfilaba como un nuevo escenario para los juegos de poder y deseo que envolvían a Evelyn y los hermanos vampiros.

El vehículo se detuvo suavemente frente a la entrada principal. Los estudiantes comenzaban a llenar el recinto, pero todos los ojos se volvieron hacia la elegante figura de Evelyn y los enigmáticos hermanos Sakamaki mientras descendían del coche.

Evelyn se ajustó el uniforme con gracia, sintiendo las miradas curiosas y a veces envidiosas de sus compañeros. Laito, siempre a su lado, le susurró al oído, su tono cargado de insinuaciones.

—Eve-chan, creo que seremos la comidilla del día.

Evelyn sonrió con naturalidad, sus ojos brillando con una confianza renovada.

—Entonces, mejor les damos algo interesante de qué hablar.

La noche transcurrió entre clases y miradas furtivas. En el aula, Evelyn no pudo evitar notar la presencia constante de Laito, su mirada nunca apartándose demasiado de ella. Sin embargo, fue durante el periodo de descanso fue cuando la verdadera tensión comenzó a palpitar.

Curiosa, recorrió los pasillos hasta que, de pronto, sonrió al ver una espalda conocida. Era Shu. Contenta de verlo, comenzó a ir en su dirección cuando de pronto él entró a un salón. Al llegar, se dio cuenta de que era la sala de música.

Evelyn se detuvo en la entrada, observando a Shu mientras se acomodaba en un banco frente al piano. El lugar estaba casi vacío, solo unas pocas sillas y mesas dispuestas alrededor del instrumento central.

—Hola, Shu. ¿Te importa si te acompaño? —preguntó Evelyn con una sonrisa amistosa mientras se acercaba lentamente.

Shu abrió lentamente los ojos, mirando a Evelyn con una mezcla de curiosidad y desdén.

—Haz lo que quieras —respondió, cerrando los ojos de nuevo mientras sus dedos rozaban las teclas del piano, produciendo un suave acorde.

Evelyn se sentó junto a él en el banco del piano, observando su semblante relajado. Durante un rato, ninguno dijo nada. La brisa suave que entraba por la ventana acariciaba el rostro de Evelyn mientras se perdía en sus pensamientos.

—¿Siempre eres tan distante, Shu? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.

Shu abrió un ojo y la miró, un destello de interés en sus ojos azules.

—No hay mucho que decir. El silencio es más agradable que la mayoría de las conversaciones.

Evelyn sonrió ante su respuesta, encontrando su desapego intrigante.

—A veces el silencio puede ser solitario.

Shu no respondió de inmediato. Su mirada se fijó en algún punto distante antes de volver a cerrar los ojos.

—La soledad no es tan mala como la gente cree.

Evelyn se inclinó hacia él, su rostro a escasos centímetros del suyo.

—Quizás, pero la compañía adecuada puede hacer que el silencio sea más llevadero.

Shu abrió los ojos de golpe, sorprendido por la cercanía de Evelyn. Había algo en ella que rompía su habitual apatía, algo que despertaba una chispa en su interior.

—Eres...extraña—murmuró, su voz baja y profunda.

—Lo soy— dice sonriendo

Evelyn lo observó en silencio por un momento, disfrutando de la pequeña victoria de haber captado su atención. Sus ojos se posaron en el piano y una idea cruzó su mente.

Sombra de Luna (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora