CAPÍTULO 9: La puerta al final del pasillo

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AMALIE POTTER.

Vi como la pálida piel de Draco se puso color rojo en sus mejillas. ¿Se estaba sonrojando?

— ¿Y bien? —Pregunté, queriendo asegurarme de que la poción no tenía problemas.

— ¿Qué? Ah, sí, sí, está perfecta. —Respondió el rubio.

— Estás desconcentrado. ¿Por qué?, ¿es por la poción?, ¿a que te olía?

— Ey, ey, demasiadas preguntas. Estoy bien, solo que creo que una de mis neuronas se está convirtiendo en zombie, eso es todo.

— Madre mía, Draco,  que pesado con lo del zombie. Lo que yo creo que necesitas es despejarte. ¿Vamos afuera del castillo? —Le aconsejé.

— Sí, creo que necesito un poco de aire fresco. —Respondió Malfoy.

Salimos fuera del castillo y caminamos juntos hasta la cancha de quidditch, el deporte que jugaban los magos. Nos sentamos en el césped y simplemente contemplamos el cielo. Ya estaba atardeciendo, así que los colores se tornaban rojizos y formaban un paisaje precioso.

— Se siente bien estar a tu lado. —Dijo de repente él. Aquello me tomó desprevenida.

— ¿Qué?

— Uy, se suponía que no se iba a decir en voz alta. —Me dijo el rubio. Yo simplemente me reí un poco.

Tras unos minutos de silencio, decidí hablar otra vez.

— Draco.

— ¿Hm?

— Yo también me siento bien cuando estoy contigo. —Dije simplemente, pues era verdad. Pude notar como se sonrojaba.

— Así que la señorita Potter puede ser humilde... ¡Vaya descubrimiento!

— Dios, Draco, es imposible tener un momento bonito contigo.

— Lo siento, lo siento.

— Está bien. Ya está anocheciendo y pronto será la hora de la cena. ¿Volvemos dentro? —Propuse.

— Sí, vamos. —Dijo.

Él se levantó primero y me ofreció la mano para ayudarme a levantarme. Yo la cogí y en el momento en el que nuestras pieles se tocaron sentí algo como una descarga eléctrica. Su mano era fría y suave y, al levantarme, tardé un poco en reaccionar y soltar su mano. Debía de estar rojísima en ese momento, así que para disimular, le sonreí a draco y me hice un gesto para dirigirnos al castillo.

Al entrar al gran comedor, nos sentamos en los sitios de siempre, comimos y hablamos. Mi grupo de amigos me hacía sentir cómoda, me hacía sentir que mi lugar era aquel.

Mi lugar...
Lugar.
Hogar.
Familia.
Harry.

Recordé que desde el inicio de curso no había hablado con mi hermano, y me sentí mal. A pesar de saber que él estaba bien con sus amigos, tenía la necesidad de hablar más con el, pues habíamos pasado toda una vida juntos.

— Chicos, voy un momento a hablar con mi hermano, ahora vuelvo. —Les comuniqué.

— Vale, te esperamos. —Dijo Blaise. Pansy simplemente asintió y Draco me miro con mala cara, sabía que no se llevaba bien con mi hermano.

Me acerqué a la mesa de Gryffindor y pude notar como todos me miraban. Algunos hacían caras de asco, otros simplemente cuchicheaban entre sí. Busqué a Harry con la mirada y, al encontrarlo, fui rápidamente a donde él se sentaba. Estaba con la chica morena, que creo que se llamaba Hermione, y el pelirrojo, que era Ron.

— Hola Harry. ¿Puedo hablar contigo un segundo?

— Sí, claro. —Respondió el azabache, y se levantó para hablar conmigo.— ¿Qué pasa?

— Solo quería saber cómo estabas, pero tus compañeros de casa me matan con la mirada. —Dije, y él sonrió.

— Ya, es que es raro ver Slytherins por aquí que no busquen problemas, pero no te preocupes; hablaré con ellos para que sepan que eres de fiar.

— Gracias. Entonces, ¿todo bien?

— Sí, las clases se me complican un poco, pero me acostumbraré. Por cierto, el profesor Snape me puso con una chica, Cho, y me parece muy mona. Tú eres una chica, ¿que puedo hacer para llevarme mejor con ella? —Preguntó, e hizo que pensara inmediatamente en Draco Malfoy. Pensé en que cosas me gustaba que hiciera él, a pesar de que no me gustaba, claro.

— Pues... Diría que podrías hacer bromas con ella, ser caballeroso, preguntarle sobre sus gustos y, cuando estés seguro de que sois amigos, ponerle algún apodo cariñoso, eso le encantará.

— Muchas gracias hermanita, te debo una. Ya te diré si me funciona, ¿vale?

— Que sí, pesado. Venga, vuelve con tus amigos y asegúrate de que los Gryffindor no me quieran asesinar la próxima vez que me acerque. —Dije, haciendo que Harry riera.

— Vale, hasta mañana. —Respondió, dándome un abrazo como despedida. Yo le di un beso en la mejilla antes de irme y volví a mi mesa.

Al llegar, vi a Zabini solo, ya que Parkinson y Malfoy no estaban.

— Blaise, ¿y los otros dos?

— Ni idea, se largaron juntos de repente. ¿Quieres que vaya contigo a buscarlos? —Preguntó. Yo iba a decir que si, pero me di cuenta de que había interrumpido una conversación entre una chica y él y, por el bien de mi amigo, lo rechacé.

— No, tranquilo, ya voy yo. —Él me sonrió y yo me fui.

Comencé a caminar por los pasillos del castillo, preguntándome donde podrían estar. Afiné el oído y escuche la voz de Draco a lo lejos, por el lado derecho. Anduve hasta llegar a un pasillo con una puerta entreabierta. Me acerqué sigilosamente y la abrí un poco. Lo que vi me heló: eran Pansy y Draco besándose. Cerré la puerta y salí corriendo con un nudo en la garganta. ¿Por qué me importaba tanto? Al fin y al cabo Draco y yo solo éramos amigos, y ni siquiera me gustaba él.

Corrí hasta el baño de las chicas y me metí en un cubículo. Por fin pude dejar caer mis lagrimas. Me dolía el pecho y no podía dejar de llorar. A quien quería engañar, yo había comenzado a sentir cosas por Draco; él era tan guapo, tan gracioso, tan cariñoso, tan... fuera de mi alcance. ¿Cómo podría haber pensado que yo le llegaría a gustar a él? Estaba claro que Pansy y él se amaban, sobretodo porque habían vivido sus primeros años en Hogwarts juntos. Yo solo soy una chica nueva, su amiga, pero nada más.

Y no soy correspondida, y eso es lo que más me duele.

Amalie Potter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora