шесть

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— Edgar, ¿Qué pasó con tu carta, la que estabas escribiendo hace tiempo? Nunca me la mostraste.

El mencionado se encogió de hombros, estaba ocupado pintando en un cuaderno con dibujos de mandalas, que eran bastante difíciles y con mucho detalle para el gusto de Fang, pero al menor le gustaban, por eso se compraba cada vez que veía uno nuevo.

Era su último hobby, y tenían guardado todos los libros que había completado con el tiempo.

Fang miró la hora, siendo las doce menos veinte, y suspiró, sabiendo lo que vendría.

— Ed, ve terminando por hoy que hay que ir a dormir— murmuró, se acercó a él y dejo besos en su mejilla y en su oreja.

— No quiero— dijo, sin dejar de mirar el cuaderno—. Me falta mucho para terminar, no puedo.

— Ed, sólo por hoy, por esta vez, ¿Puedes dejarlo un rato, corazón?  Te prometo que seguirá allí tal como lo dejaste.

Edgar negó.

— Por mí, vamos, por favor.

Se lo pensó un poco, y sabía que si insistía de esa forma era porque le resultaba importante al mayor, así que suspiró, cerrando el libro y guardando sus colores.—

 Muchas gracias, mi amor— dijo el peli-morado, sonriendo y besando su mejilla sonoramente, haciéndolo sonreír.

Se levantó para buscar un vaso con agua y la pastilla que debía darle.

Le rompía el corazón tener que hacerlo dormir con medicamentos para que no sufriera con los fuegos artificiales de Año Nuevo, pero no volvería a arriesgarse a lo que había sido la única noche en la que había permitido que se mantuviera despierto.

Edgar era bastante tolerante a los ruidos, pero si eran muy fuertes, como una lluvia torrencial con rayos y truenos, o especialmente, una noche donde un montón de idiotas se divertían explotando cositas para ver colores y formas que duraban menos de un segundo; se alteraba, demasiado.

Lo había comprobado una noche, donde Edgar rogó que lo dejaran despierto una vez, porque quería saber lo que era el Año Nuevo, y la fiesta, y los fuegos en el cielo.

SARANG ✿ FangarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora