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Los gritos desgarradores se escuchaban por el palacio mientras las mucamas corrían de un lado a otro con sábanas y agua caliente hacia la habitación principal en dónde se encontraba aquella mujer

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Los gritos desgarradores se escuchaban por el palacio mientras las mucamas corrían de un lado a otro con sábanas y agua caliente hacia la habitación principal en dónde se encontraba aquella mujer.

-¡Es un niño!

De repente todo pareció quedarse en silencio por unos segundos, nadie se movió ni dijo alguna palabra. El hombre que daba vueltas afuera de la habitación entró de golpe, con las lágrimas inundando su rostro felizmente, se acercó a su esposa mientras tomaba su mano dejando un pequeño beso en el dorso de esta.

-¿Lo has escuchado cariño? Es un niño, un precioso príncipe.

Murmuró el rey, mientras una de las mujeres en la habitación llevaba al pequeño recién nacido ya limpio hacia sus altezas, la mujer exhausta extendió los brazos tomándolo en brazos, en cuanto lo tuvo supo que su hijo sería el ser más hermoso del mundo, sonrío por su pensamiento y miro a su esposo con todo el amor que sentía en ese momento, mientras el rey atesoraba en su memoria ese momento, para ellos no había nada más. Observó a su esposa, la reina, tenía los mechones de cabello negro pegados al rostro debido al sudor, la piel pálida que no supo si era por el cansancio o su tono natural de piel, los labios gruesos y rosados estaban agrietados y sus bonitos ojos cafés se cerraban poco a poco, entonces se dió cuenta que algo iba mal. Tomó a su bebé en brazos llamando con un ademán a la misma mujer que le había entregado a su hijo para llevárselo de la habitación.

-Haga algo rápido.

Ordenó sintiéndose ansioso, tomando su lugar nuevamente al lado de su esposa, se notaba cada vez mas cansada y con poca energía, quería negarse a lo que vendría pero sabía que la perdería, quería aferrarse a ella.

-hyunjin, nuestro hijo se llamará así... No lo culpes cariño mío que estoy feliz de haber llegado a este momento, amalo por mi y no dejes que me olvide.

El rey lloró sin más, abrazándola firmemente, las palabras no querían salir de su garganta pues sentía que le quemaba el pecho, solo pudo asentir con la cabeza. Todos salieron de la habitación pues ya no había nada que hacer ahí, necesitaban dejar a sus reyes darse su último adiós, sentían pena pues la reina era muy amada por ellos, sentían tristeza y nadie lo ocultaba.

-Te esperaré del otro lado, MinHyun.

Ella tomo su rostro acariciando con sus dedos las lágrimas que brotaban de los ojos del hombre mientras cerraba así los ojos exhalando su último aliento.

-Prometo que siempre te amaré, que no culparé a Hyunjin y que será feliz, YooJung.

Abrazó el ahora inerte cuerpo de su amada con fuerza, deseando que todo fuera una pesadilla pues se suponía que ese día tendría que haber sido el más feliz de sus vidas, el hijo que tanto ansiaban tener estaba ahí, ella tenía que ver a su pequeño crecer, enseñarle a dar sus primeros pasos y darle todo su amor y ahora sería solo él y su hijo, sabía que su hijo nunca sería el culpable de aquella trágica situación.

Esa noche fue difícil hacer que el rey dejara los aposentos, cuando por fin él dejo de llorar se dirigió a la habitación donde se encontraba su pequeño, la luz de la luna se colaba por la ventana siendo ésta su única fuente de luz, cuando llegó frente a su bebé rompió en llanto nuevamente pues al ver a su hijo se dió cuenta que habia heredado aquella belleza que poseía su madre, en silencio lo cargó y se dirigió con él hasta el balcón.

-Hijo mío, necesitaremos mucha fuerza.

El día siguiente fue nublado, parecía que el cielo también estaba de duelo y parecía que pronto llovería, el cuerpo de la reina era llevado en una bonita caja de madera hacia donde sería su último lugar de descanso con todos los dignos honores que merecía su amada.

Tres años después

Hyunjin!

El rey corrió atrás del pequeño inquieto, desde que aprendió a caminar quería explorar todo el mundo a su alrededor y siempre que podía escapar de los brazos de su padre echaba a correr lo más lejos que sus pequeñas piernas podían mientras los sirvientes del palacio reían un poco pues a diario el rey y el principe pasaban por la misma situación, era un rey y un padre dedicado.

-Te atrapé pequeñejo, no te escapas del baño.

-Nooooo, baño no.

Berreó el pequeño retorciendo se en los brazos ajenos haciendo un puchero, el padre rió pues sabía que una vez dentro de la bañera ya no querría salir, su hijo era tan cambiante de humor a esa edad, desde que su esposa se había ido el mismo día que le entregó el regalo mas grande del mundo decidió que sería un padre completo, no dejaría a su hijo con madres falsas y aunque al principio todo fue especialmente difícil se adapto, su deber como rey y padre lo mantenían lo suficientemente ocupado para pensar en estar triste.

Sonrío cuando vio que Hyunjin jugueteaba en el agua haciendo ruiditos con su boca, lo bañó adecuadamente y cuándo tuvo que sacarlo de la bañera fue otro berrinche. Cambio al pequeño con la ropa ya elegida anteriormente y se dirigieron a la habitación del niño, le pidió a la señora Bahng quién ya esperaba en la enorme habitación cuidar del pequeño en lo que él se alistaba para empezar el día.

-Su majestad, quédese tranquilo.

La mujer decía aquello cada día, mientras el pequeño remolino se soltaba de los brazos del hombre para correr hacia donde se encontraba el niño de apenas siete años que siempre estaba en silencio detrás de la mujer pensaba que era un fastidio cuidar del príncipe cada día pues no había un momento en el que el menor no dejara de correr de un lado a otro o gritar exageradamente cuando veía un diminuto insecto. Rodo los ojos cuándo el pelinegro llegó a su lado tomando su mano y echando a correr hacia el baúl de juguetes y sacando cada uno.

Pasaron unos minutos y el pequeño príncipe aún seguía revoloteando de un lado a otro hasta el momento en el que el padre llegó, la señora Bahng hizo una reverencia como despedida.

-Hoy escucharemos al pueblo y después vendrán amigos de papá con sus hijos, nos portaremos bien ¿Verdad?

-¡Si!

Estuvieron un par de horas escuchando las necesidades del pueblo, a todo el mundo le sorprendía en buena manera que el principe a su corta edad escuchará atentamente como si realmente entendiera todo, incluso fue aún más conmovedor cuando una madre soltó unas pequeñas lágrimas pidiendo ayuda y el niño se acercó a ella para limpiarle las lágrimas con sus pequeños dedos. El padre sentía su pecho arder en orgullo pues sabía que su hijo en un futuro sería un gran gobernante, todos en el reino lo creían.

-Su majestad, el rey Lee ha llegado.

Anunció un sirviente a la par que dejaba pasar al mencionado junto a la familia Lee. Ambos se sonrieron y se dieron un abrazo amistoso, el pequeño Hyunjin se escondía detrás de su padre algo tímido pero se olvidó cuando se dió cuenta que detrás del vestido de la bonita mujer estaba otro niño, se armó de valor e hizo una reverencia un poco torpe a sus mayores, extendió una gran sonrisa al niño rubio tratando de hacerle entrar en confianza, funcionó pues la sonrisa fue devuelta.

Mi príncipe de las estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora