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Desperté de golpe, sobresaltada por el sonido del llanto de Sol. El reloj marcaba las dos de la madrugada y el silencio de la mansión se rompía por sus sollozos desgarradores. Me levanté rápidamente de la cama y abrí la puerta que conectaba mi habitación con la de ella.

—¿Sol? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —pregunté, todavía aturdida por el sueño.

—¡¿Qué si estoy bien?! —gritó, furiosa—. ¡Con un maldito carajo, Laura, ¿dónde putas vives?!

—Sol... no entiendo.

Antes de que pudiera decir algo más, Sol me empujó con una fuerza inesperada.

—¡Ve a hablar con tus estúpidos padres! ¡Que te cuenten la puta mierda que hicieron!

Aturdida y preocupada, salí de su habitación y bajé las escaleras de la mansión. Mis pasos resonaban en el mármol, y todo el lugar parecía más grande y vacío de lo habitual. Al llegar al salón, escuché la voz de mi padre en su sofisticado italiano.

—Che fai a quest'ora, principessa?

—Papá, Sol está muy mal. ¿Qué pasa?

Mi padre se levantó lentamente de su sillón, con una expresión grave.

—Laura... sabes que tu madre... se irá pronto.

El peso de sus palabras cayó sobre mí como una losa. Claro que sabía que mamá tenía cáncer, pero escuchar a mi padre decirlo de esa manera lo hacía más real, más inminente.

—Sabes que tenemos una empresa que cuidar... Tú eres mi hija menor y, por linaje... siempre el hijo menor hereda la empresa.

Intenté procesar lo que decía, pero mis pensamientos estaban enmarañados.

—¿Ella está mal por la empresa? —pregunté, confundida.

—No, Lau. —Mi padre negó con la cabeza—. Tú sabías que tu hermana salía con ese tal George Russell... Bueno, pues yo hablé con su padre. Nuestras empresas son tipo hermanas, y no podemos permitir que tu hermana, con cómo es de explosiva... mande en esto.

—Entonces... —empecé a decir, sintiendo un nudo en el estómago—. Papá, no entiendo.

Mi padre me tomó de los hombros y me guió hacia el sofá.

—Te casarás con George.

Lo miré, incrédula, esperando que se riera y me dijera que todo era una broma de mal gusto.

—Es una broma, ¿no? —dije, tratando de sonreír.

Pero su expresión no cambió. No había ni rastro de humor en sus ojos.

Mi padre abrió la boca para decir algo más, pero en ese momento Sol bajó las escaleras a toda prisa, arrastrando sus maletas con una expresión de furia contenida.

—¡Entonces ya te lo dijo! —gritó, con los ojos brillantes de rabia y lágrimas—. ¡Te vas a casar con el amor de mi vida!

Me quedé paralizada, sintiendo como si el suelo se abriera bajo mis pies.

—Papá, debe haber otra alternativa. Yo no puedo, no quiero...

Pero Sol no esperó a escuchar nuestra conversación. Salió de la mansión, azotando la puerta con tanta fuerza que el eco resonó en el vasto salón. Sin pensarlo, corrí tras ella.

—¡Sol, espera por favor!

Ella se detuvo en seco, girándose hacia mí con una mirada que mezclaba dolor y desesperación. De repente, me abrazó con una intensidad que me dejó sin aliento.

You belong to Me -George Russell-+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora