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—Estás tan mojada, Laura... —murmuró, sus dedos acariciando mis pliegues con una destreza que me dejó sin aliento.

Un gemido escapó de mis labios mientras su toque se volvía más insistente. George se inclinó hacia mí, su voz ronca y cargada de deseo.

—Quiero que sientas cada centímetro de mí dentro de ti. Quiero que te acostumbres a mi tamaño, que te vuelvas adicta a esto... —susurró, mientras sus dedos se deslizaban dentro de mí con una suavidad y firmeza que me hicieron arquear la espalda.

Mis manos se aferraron a sus hombros, buscando algo en qué apoyarme mientras me dejaba llevar por la oleada de sensaciones que me invadía. George no apartaba la mirada de la mía, sus ojos ardientes con una mezcla de deseo y dominación.

—Mírate, tan perfecta... —dijo, sus labios rozando los míos mientras su mano libre acariciaba mi cintura, sosteniéndome en el lugar—. Quiero que te corras para mí, Laura. Quiero verte perder el control.

Mis gemidos se volvieron más fuertes, más desesperados, mientras George continuaba su implacable asalto. Su mano libre se deslizó por mi cuello, sujetándolo con firmeza pero con cuidado.

—¿Estás segura? —preguntó, su voz baja y cargada de intención.

—George... soy... soy virgen —confesé, apenas capaz de articular las palabras.

Una sonrisa se extendió por el rostro de George, una sonrisa llena de complicidad y entendimiento. Sin decir una palabra, deslizó lentamente la tela de mi pijama, revelando mi piel temblorosa a sus ojos. Sus dedos volvieron a moverse, más profundos esta vez, arrancándome un gemido de placer.

—Entonces será mi privilegio ser el primero en tenerte, en hacerte mía —dijo, su voz un susurro contra mi oído.

Mis gemidos se convirtieron en un coro de placer cuando George me llevó al borde del éxtasis. Con cada movimiento, con cada caricia, sentía que me desmoronaba y me reconstruía en sus manos.

—Quiero que grites mi nombre cuando te corras —murmuró, su aliento caliente contra mi cuello—. Quiero que todos sepan que eres mía.

Y cuando finalmente me sumergí en la corriente ardiente de placer, su presencia a mi lado fue lo único que necesité para sentirme completa. Juntos, nos entregamos al amor y la pasión, fundiéndonos en un éxtasis compartido que nos unió más allá de las palabras.

—George... —grité, mi voz quebrada por el placer y la liberación—. George, sí...

Su sonrisa fue lo último que vi antes de que la oleada de placer me consumiera por completo, llevándome a un lugar donde solo existíamos él y yo, perdidos en un mar de pasión y deseo.

—Quiero enseñarte algo, Laura —dijo suavemente, su voz llena de promesas y misterio.

Me guiaba con una mezcla de paciencia y deseo. Lentamente, se sentó en el borde de la cama y me indicó que me arrodillara frente a él. Mi cuerpo temblaba de anticipación mientras me colocaba en la posición que me indicaba.

—Primero, mira y aprende —dijo, su tono firme pero gentil.

George se deshizo de su ropa con una eficiencia que me dejó sin aliento. Su cuerpo, perfectamente esculpido, estaba frente a mí, y la magnitud de lo que estaba a punto de hacer me golpeó con fuerza.

—No tengas miedo, Laura. Sólo sígueme —susurró, su voz un susurro seductor en la oscuridad.

Tomó mi mano y la guió hacia su miembro. Sentí su calidez y firmeza bajo mis dedos, y un estremecimiento recorrió mi cuerpo. George entrelazó sus dedos con los míos, mostrándome cómo tocarlo, cómo acariciarlo.

—Así... suave pero firme. Quiero sentir tu deseo en cada caricia —dijo, su voz cargada de placer.

Sus instrucciones eran claras y precisas, y me dejé llevar por sus palabras, sintiendo cómo mi confianza crecía con cada momento. Mis manos se movían con más seguridad, y sus gemidos de aprobación me alentaban a seguir.

—Ahora, usa tu boca —indicó, sus ojos fijos en los míos.

Con una mezcla de timidez y valentía, me incliné hacia adelante y rozé su punta con mis labios. George suspiró profundamente, y su mano se enredó en mi cabello, guiándome con suavidad.

—Eso es, Laura... así, muy bien —murmuró, su voz un susurro de placer.

A medida que mi boca exploraba cada centímetro de él, George me guiaba con palabras suaves y toques tiernos. Sentí cómo mi confianza crecía, y mis movimientos se volvieron más seguros y decididos.

—Eres increíble, Laura. Tan perfecta... sigue así —jadeó, su cuerpo tensándose bajo mi toque.

Cada gemido, cada susurro de aprobación de George, me llenaba de una mezcla de orgullo y deseo. Estaba aprendiendo, estaba complaciéndolo, y la sensación de poder y conexión entre nosotros era abrumadora.

Finalmente, George me levantó con ternura, sus ojos brillando con una mezcla de amor y deseo.

—Eres mía, Laura. Siempre lo has sido —dijo, antes de besarme con una intensidad que me dejó sin aliento.

Y en ese momento, supe que estábamos destinados a estar juntos, a explorar cada rincón del otro en un viaje de amor y pasión.

George me apartó suavemente, sus ojos llenos de una mezcla de lujuria y determinación.

—Quiero que hagas exactamente lo que te diga, ¿de acuerdo? —dijo, su voz ronca y baja.

Asentí, mi cuerpo temblando de anticipación.

—Desnúdate por completo, Laura. Quiero ver todo de ti —ordenó, su mirada penetrante.

Con manos temblorosas, deslicé mi ropa hasta quedar completamente expuesta ante él. Sentí su mirada recorriendo cada centímetro de mi piel, enviando oleadas de calor a través de mi cuerpo.

—Eres tan hermosa —murmuró, acercándose a mí—. Ahora, arrodíllate otra vez.

Obedecí, mis rodillas tocando el suelo mientras lo miraba desde abajo. George se inclinó y tomó mi rostro entre sus manos.

—Quiero que uses tu lengua para lamer desde la base hasta la punta. Lento, despacio —instruyó, su voz un susurro en la oscuridad.

Con cuidado, hice lo que me pidió. Sentí su cuerpo estremecerse bajo mi toque y escuché sus gemidos de placer.

—Eso es, Laura. Así, sigue así —dijo, sus manos enredándose en mi cabello, guiándome con firmeza pero con ternura.

Mientras continuaba, sus gemidos se hicieron más fuertes, más urgentes. Sentí una mezcla de orgullo y deseo mientras lo complacía, sabiendo que cada movimiento, cada caricia, lo llevaba más cerca del límite.

—Ahora, toma todo lo que puedas en tu boca. Quiero sentir tu calor —instruyó, sus ojos ardiendo de deseo.

Hice lo que me pidió, sintiendo su dureza llenar mi boca. Su mano en mi cabello me guió, moviéndome al ritmo que él deseaba.

—Eres perfecta, Laura. Tan perfecta... —murmuró, su voz quebrándose por el placer.

Finalmente, me levantó y me atrajo hacia él, sus labios encontrando los míos en un beso apasionado.

You belong to Me -George Russell-+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora