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Elegir los platillos, la locación y las decoraciones de la boda se convirtió en una tarea titánica. La wedding planner nos llevó a través de cada detalle con una precisión casi militar. Sentados en una enorme mesa de madera en el comedor de la mansión, nos mostró una variedad de menús, desde aperitivos hasta el postre.

—Para el primer plato, sugiero una sopa de langosta con crema de trufa —dijo, colocando un plato frente a nosotros para que lo probáramos.

Laura tomó una cucharada, y pude ver que trataba de mantener una expresión neutral. Yo probé el mío y asentí, pero mi atención se desvió rápidamente hacia ella. Sus tacones de aguja, los mismos que usará en la boda, parecían incomodarla. Sus piernas se movían inquietas bajo la mesa, y sus ojos tenían un brillo de fatiga.

—¿Qué opinas, Laura? —pregunté, intentando que se sintiera parte de la decisión.

—Está bien... —dijo, aunque su voz sonaba distante.

Después de aprobar el menú de tres tiempos, pasamos a discutir la locación. La wedding planner nos mostró fotos de varias mansiones y jardines botánicos, pero decidimos que la ceremonia se llevaría a cabo en los jardines de la mansión Ferrari, donde todo había comenzado.

—Perfecto, los jardines tienen un encanto clásico que será ideal para la ceremonia —dijo la wedding planner, anotando nuestras decisiones.

Luego, pasamos a las decoraciones. Ella nos mostró opciones para los centros de mesa, la iluminación, y hasta los detalles más pequeños como los servilleteros. Laura trataba de mantenerse involucrada, pero estaba claro que estaba agotada.

Fue entonces cuando noté sus tacones otra vez. Sin pensarlo, me levanté y me arrodillé frente a ella, quitándole los zapatos.

—George, ¿qué haces? —preguntó, sorprendida.

—A nuestra boda podemos ir descalzos, Laura —dije con una sonrisa, frotando suavemente sus pies.

La wedding planner sonrió, aparentemente conmovida por el gesto.

—Bueno, ya casi hemos terminado. Solo falta la música —dijo, tratando de ocultar su incomodidad ante nuestra pequeña escena.

Para la música, quería algo realmente impresionante.

—Propongo contratar a músicos de alto nivel, tal vez una orquesta sinfónica para la ceremonia y una banda de jazz para la recepción —sugerí, sabiendo que quería algo espectacular para Laura.

—Eso suena maravilloso, George —dijo la wedding planner—. Conozco algunos de los mejores músicos que estarán encantados de tocar en una boda como esta.

Laura asintió, su expresión suavizándose un poco.

—Está bien. Suena perfecto —dijo, aunque aún parecía algo abatida.

Mientras la wedding planner tomaba nota, me acerqué a Laura y le susurré al oído:

—Lo estamos haciendo bien, Laura. Pronto todo esto habrá pasado y podremos empezar de nuevo.

Ella me miró, y por un breve momento, vi una chispa de esperanza en sus ojos. Quería creer que estaba haciendo lo correcto, que al final ella entendería mis motivos y me perdonaría. Que quizás, con el tiempo, podría llegar a amarme tanto como yo la amaba a ella.

La wedding planner finalmente concluyó nuestra maratónica sesión con un último detalle.

—Ahora, solo falta decidir las invitaciones —dijo, sacando una caja llena de muestras—. Les dejo varias opciones para que las revisen y elijan la que más les guste. Si necesitan cualquier cosa, no duden en llamarme.

You belong to Me -George Russell-+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora