Me encontraba en el funeral de Sol, desgastada, agotada emocionalmente, aún en estado de shock. Era un funeral de caja cerrada, según la petición de nuestra madre. No podía soportar la idea de ver el rostro de Sol en esas circunstancias. Me sentía culpable, destrozada por dentro, y me castigaba cruelmente a mí misma en mi mente.
Las personas que se acercaban a darme palabras de apoyo no hacían más que empeorar las cosas. Sus frases de consuelo sonaban vacías, como si estuvieran sacadas de un manual de "cómo lidiar con la muerte". Pero entre la multitud, estaba George. No se mostraba afectado por el dolor que nos consumía a todos. Estaba allí, a mi lado, consolándome a su manera fría y poco empática.
—Lo siento mucho, Laura. Si necesitas algo, estoy aquí para ti —dijo, su voz sin emoción mientras me tomaba la mano.
A pesar de su falta de empatía, su presencia era un pequeño consuelo en medio de la tragedia. Miré alrededor, viendo las caras tristes y sombrías de los que habían venido a despedir a Sol. Cada mirada de simpatía y cada abrazo solo servían para recordarme que mi hermana se había ido para siempre.
A mi lado, la madre de George se acercó y me abrazó, tratando de reconfortarme con palabras vacías de consuelo. Cerré los ojos, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escaparse. No quería mostrar mi debilidad delante de todos. No quería que me vieran destrozada.
El tiempo parecía detenerse en ese lugar sombrío y silencioso. Las voces amortiguadas y los susurros apagados se mezclaban con el sonido lejano de los pájaros. Sol se había ido, y todo lo que quedaba era el vacío abrumador de su ausencia.
George seguía a mi lado, su presencia silenciosa, aunque carente de calor humano, me recordaba que no estaba sola. Pero en ese momento, me sentía más sola que nunca.
Después del funeral, nos dirigimos al lugar donde iban a incinerar a Sol. Me senté afuera, entre los jardines, sintiendo el peso abrumador de la pérdida. Las lágrimas seguían fluyendo, como un río desbordado que no podía ser detenido.
De repente, sentí una mano en mi hombro. Era George.
—Laura, te vas a enfermar —dijo, su voz suave y preocupada.
—Tú deberías estar igual o peor que yo —respondí entre sollozos.
George suspiró y se sentó a mi lado.
—Tú estás peor. No has comido, no has tomado agua, ni siquiera has dormido —observó con preocupación en sus ojos.
—No me digas qué hacer... —murmuré, sintiéndome desesperada y frágil.
En un gesto inesperado, George me abrazó. Me resistí al principio, pero después de un momento, me dejé llevar por el abrazo reconfortante. Y entonces, rompí en llanto. Las lágrimas brotaron con más fuerza que nunca, como si estuvieran esperando ese momento para liberarse por completo.
En ese abrazo, en medio de la tristeza abrumadora, encontré un consuelo inesperado. Aunque la frialdad seguía presente en su gesto, en ese momento, George estaba ahí para mí.
George me llevó al auto, insistiendo en que durmiera un poco. El trayecto de regreso a la mansión fue en silencio, solo interrumpido por el suave susurro del motor y el sonido de mi respiración entrecortada por el llanto.
Cuando llegamos, vi a mi padre, Piero, y a su madre viendo revistas como si nada hubiera pasado. Me acerqué y noté que las revistas eran de vestidos de novia. Mi estómago dio un vuelco.
—¿En serio? —exclamé, la incredulidad y el dolor tintineaban en mi voz.
George se acercó a mi lado, su rostro inexpresivo como siempre.
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You belong to Me -George Russell-+18
FanfictionLaura despierta por el llanto de su hermana Sol, solo para descubrir que su vida está a punto de cambiar drásticamente. Su padre revela que debe casarse con George, el hijo de un socio empresarial, para mantener la estabilidad de la empresa familiar...