¿Es real?

15 1 2
                                    

Me desperté muy pronto, con Elsa moviéndome el brazo y repartiendo mi nombre. Supongo que debería de llevar bastante tiempo en esta situación, porque se le veía impaciente. Llevaba el pelo recogido en dos trenzas, y por primera vez me pude fijar en sus ojos. Eran color avellana, con tonos verdosos. No estaría mal despertarme así todas las mañanas.

- ¿Puedes levantarte de una vez, que llevo ya un buen rato esperando a que al principito le de la gana despertarse?

- Ya voyyyy

La verdad es que había dormido muy bien, y eso para mí era un lujo al que no estaba acostumbrado, y que sabía que no duraría mucho tiempo.

 Después de prepararnos, llegamos a las puertas del laberinto, que ya estaban abiertas, tal vez esperando a su próxima víctima. Ya no existía Wicked, ¿pero quién controlaría a los greavers? ¿Tendrían simplemente un algoritmo que les hiciese atacarnos? ¿Quién estaba detrás de todo esto? ¿Acaso había alguien detrás? Eran todo preguntas sin resolver, que pensábamos resolver una vez en el laberinto.

Estaba oscuro, mucho más de lo que recordaba. ¿Todavía era de día? Cubierto con enredaderas, grandes muros de cemento se hallaban imponentes rodeándonos, y no puede creer el que vi justo delante mío. 

Era el muro donde pasó eso.

 Sí, estaba seguro. 

Cubierto con enredaderas con flores secas, y parecía el más alto. No sabía cuántas veces habría tenido que cambiar el laberinto para que este muro llegara aquí. Entonces me di cuenta de la evidencia: había cambiado de sitio. Ahora el lugar por donde escapamos había cambiado, y teníamos que encontrarlo. Ni siquiera el sitio por donde yo entré seguía en el mismo lugar. Una brisa me hizo sobrecogerme. 

Seguía mirando fijamente a aquel muro, a aquel pasado. No quería volver a pasar otros tres años aquí encerrado.

ELSA - Tenemos que movernos.

Corrimos, y corrimos, y corrimos. Hasta que por fin hallamos los muros de cobre, estos estaban quietos, y cuando entramos, tampoco se movieron.

ELSA - Hay que volver, se está haciendo tarde.

- Espera, vamos a ir allí, creo que esa es la salida. 

Pero parecía imposible que fuera tan fácil. Corrimos hasta allí, y definitivamente sí era. Me sabía el código de memoria, eso sí que no se me había olvidado. 

- Siete, uno, cinco, dos, seis, cuatro, ocho, tres

ELSA- ¿Qué estás diciendo?

Me quedé pensativo, nunca les había prestado atención a esos números, simplemente me los había aprendido, era a los único a lo que podía aferrarme para salir de aquí, y lo único real que me unía con el laberinto. ¿Y mis amigos? Quien sabe dónde están...

- La contraseña para salir de aquí.

Nos acercamos más, estaba todo desierto. Elsa estaba a dos metros de la puerta, y yo detrás observando el panorama. No podía ser tan fácil, ¿o sí? De repente, oí un ruido por arriba, en el cielo, que fue haciendo eco por las paredes, resonando cada vez más fuerte. Elsa no se daba cuenta. La llamé.

- ¿Elsa?

Y entonces lo vi.

Un enorme greaver cayendo del cielo, o de donde fuese, pero lo cierto es que iba directamente hacia Elsa.  Daba hasta vértigo ver la velocidad a la que iba. Me tenía que mover, tenía que hacer algo. No iba a perderla, no a otro más. 

Con las fuerzas que me quedaban, corrí como nunca, como si una manada de crancks me estuviera persiguiendo. Y llegué. Y con todas mis fuerzas salté hacia Elsa y juntos salimos despegados, callando al suelo con un gran golpe. A la vez, se oyó un gran estruendo, proveniente de la caída del greaver, que rompió parte del suelo, también de cemento. Contemplé por un segundo la mirada petrificada de Elsa, y le pregunté: ¿Estás bien?

Detrás del laberintoWhere stories live. Discover now