Prólogo
Las malditas motocicletas otra vez, es el jodido sonido que escucho las dos veces a la semana que decido salir de compras en lugar de que lo haga la histérica de Florence.
Cargo con las bolsas de compras mientras los insoportables sonidos se intensifican, demostrando así que de nuevo "cuidan" de mi integridad física, no son palabras mías, ellos mismos lo dijeron cuando me detuve en medio de la tienda de comestibles a exigirles que me dejen en paz.
—Eres muy bonita como para enojarte. —Ese maldito idiota es el más poético entre el grupo de idiotas—. No te enfades, te seguimos porque justo a media cuadra hay un grupo de borrachos que cada mañana se adueña de las calles para beber y acosar a las chicas.
—¿Y qué hacen ustedes aquí entonces? Porque si de acosadores hablamos, los ocho son los reyes. —Sigo mi camino hasta la tienda de ropa más cercana a la cabaña, Florence y yo solo robamos un cambio cada una y resultó ser inservible después de la quinta lavada.
—Me encanta tu actitud —suspira el que cada día deja flores en la puerta de mi casa provisional.
No sé cómo conocen mi dirección, sin embargo, siempre encuentro cosas en mi puerta.
—¿Somos tan feos? Es que de verdad, siempre te alejas o nos ignoras como si tuviéramos lepra. —Me río sin permitir que me vean, una sonrisa significaría que me gustan y claramente no es así.
Hasta ahora son tres de ellos los que hablan, no me molesté en preguntar sus nombres porque sencillamente no volveré a verlos cuando me vaya. Relacionarme con hombres no es mi actividades favoritas gracias a mis padres, por lo que mi instinto de supervivencia grita intensamente que esté a miles de pasos de cualquiera.
—No somos feos, al contrario. —Ese maldito se cree Adonis, y el que su cabello sea rubio y nariz al estilo griego definitivamente no ayuda a bajarle los humos—. Pero ella es difícil.
Sigo mi camino hasta llegar al lugar exacto donde un grupo de borrachos se ríen a carcajadas mientras sostienen botellas en ambas manos.
Asco, esa clase de hombres están sucios hasta en los ojos.
—Te lo dijimos, esos borrachos joden a quién sea que pase en medio o cerca de ellos. —Una mujer es la demostración que necesitaba para detenerme mi andar y cambiar de rumbo—. ¿Qué haces? Sigue adelante.
Miro al rubio con la mejor de las indiferencias.
—¿Es un chiste? Ustedes mismos dijeron que es horrible pasar por allí. —Apunto al grupo de idiotas que ya le gritan a la mujer cosas sucias y obscenas.
Desde siempre sentí horrible tener que atravesar a un grupo de hombres para llegar a algún punto, puede que no dijeran nada, pero sus miradas eran tan pesadas que era lo mismo.
—Somos muy conocidos aquí, si te ven cerca de nosotros no se molestarán ni en ver tu sombra. —Los veo a los ocho frente a mí, cada uno sentado sobre su motocicleta demostrando poder a través de esos chalecos de cuero con parches en forma de cráneo.
Un poco cliché para un grupo de moteros.
—Entonces sirven para algo más. —Cruzo mis brazos enfrentando a cada uno—. No me quedaré por mucho tiempo en el pueblo, pero sería agradable vivir sin presiones u otro grupo de acosadores.
No me intimido ni bajo la mirada por la intensidad que cada uno demuestra en la suya, los encaro como la valiente mujer que soy.
—¿A dónde irías? —Doy media vuelta para retomar mi camino, si estos tontos me sirven de algo voy a usarlo en lo que siga ayudando a mi hermana.

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Poliamor Sobre Ruedas
Ficção Adolescente¡Advertencia! ⚠️ Contenido sensible, apto para mayores de 18 años. ESTA HISTORIA CONTIENE SPOILERS DE ESCLAVA DE MIS EXS. ----------------------------- Dueños de las carreteras Dueños de las calles Dueños de la ciudad ¿Pretenden ser también mis...