Nadie en la Isla Quesadilla creía que alguien tan amable y risueño como Roier podía estar con alguien tan serio y cascarrabias como Spreen. Pero ambos eran felices y eso nadie lo negaba.
Spreen era únicamente "tierno" con Roier cuando estaban solos. No tenía nada que demostrarles a los demás después de todo, el único que tenía que saber que amaba a Roier era Roier, y vaya que este lo sabía muy bien.
Se encontraban en la sala de su hogar, la película pasó a segundo plano cuando los besos y mimos aparecieron.
── Eres tan tierno, Spreen, ¿Por qué los demás no lo ven? Tendrías que dejar de ser tan frío con ellos. ── Habló el castaño.
── Que la chupen los demás. ── Contestó el oso, ganándose una carcajada del castaño. Amaba su risa. ── Yo te amo a vos, no a ellos, no tengo porqué ser "tierno" con ellos. ── Imitó las comillas con sus dedos.
── Bueno, tienes un punto con eso. ── Aceptó. ── Peeero, ¿Qué hay de Carre? Es tu mejor amigo, y el otro día casi lo ahogas en aquel lago...── Recordó, mientras que el oso dió una risa nasal.
── Se quizo hacer el piola conmigo el hijo de puta. ── Respondió. ── No porque sea mi mejor amigo significa que va a tener coronita.
Roier rodó los ojos. Él sabía que en el fondo -muy en el fondo-, Spreen adoraba a Carre.
── Igualmente, deberías de ser más amable, al menos con él.
── Dejáme de joder, Roier. ── Dijo sin querer ofender al otro, mientras depositaba besos sin doble intenciones en su cuello.
Roier rió.
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Aquel pequeño aro dorado yacía frente a él.
¿Era oro real? ¡No es tiempo de pensar en eso! Roier se abofeteó mentalmente por eso.
── ¿S-Spreen? ── Su voz ahogada salió en su susurro entrecortado.
¿Esto estaba pasando? ¿Esto era lo que pensaba que era?
── Ro, en esta noche, donde la Luna es testigo de mi amor por vos, quiero proponerte pasar el resto de nuestros días juntos, sean muchos o pocos. ── Se levantó del piso. ── Sos vos a quien quiero en mi vida, que los demás se vayan bien a la mierda, pero vos nunca. ── Roier sentía sus ojos acuosos mientras una sonrisa se dibujaba en su cara. ── Permitime ser quien esté a tu lado y en las buenas. Roier Alt, ¿Me harías el honor de casarte conmigo?
── ¡Sí, y un millón de veces sí! ── No lo pensó tanto y aceptó, tan pronto terminó de hablar, saltó a los brazos del azabache.
Dieron vueltas en su lugar como la futura pareja casada que serían. Se amaban tanto, y eso se podía ver a millones de kilómetros.