No sentía nada, nada además de la lluvia correr por su rostro y cuerpo.
¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado ahí? ¿Por qué le dolía todo?
No podía moverse. Estaba cansado.
Cerró sus ojos con pesadez. Y para cuando los abrió, ya no estaba en el bosque.
Aún le dolía todo y seguía sin poder moverse correctamente. Escuchó sonidos a su lado, movió apenas su cabeza y pudo ver a aquel demonio y, ¿Cucurucho? ¿Qué hacían ellos dos ahí?
─── Te traje lo que querías, déjame libre ahora. ─── Habló el demonio. Estaba enojado, pero más que nada; asustado.
─── No.
Aquellas palabras roboticas resonaron por las orejas de ambos osos. De uno más que el otro.
─── ¿¡Cómo que no, gilipollas!? ¡Te lo he traído, y vivo! Bueno, apenas...─── Dijo lo últimomás bajo. ─── ¡Pero ese era el trato!
─── Disfruta la isla. ─── Dió media vuelta para irse, pero el demonio lo detuvo.
─── ¡Te estoy hablando, hijo de puta! ¡No te atrevas a irte! ─── Reclamó. ─── ¡Déjame libre, o-
─── ¿O qué, Rubius? ─── ¿Rubius? Conocía ese nombre, ¿De dónde? ¿Y de quién? No lo sabía, pero la piel de los dos se erizó al escuchar la voz robotica y siniestra del otro oso. ─── Parece como si no supieras tu lugar aquí. Yo tengo el control absoluto de tí.
La habitación se oscureció, asustando al azabache. Cadenas y una luz roja brotaron del piso, encadenando al demonio.
Estaba asustado. Sus ojos lo reflejaban. Estaba asustado de lo que Cucurucho pudiera hacerle.
Las cadenas lo acercaron más a él.
─── No te atrevas a desobedecer, ¿O quieres terminar como tu otra parte? ─── Los ojos del demonio se abrieron de par en par. El miedo que irradiaba era peor. ─── Eso pensé.
La habitación volvió a la normalidad y las cadenas ya no sostenían al oso demonio.
─── Disfruta la isla.
Dijo Cucurucho con su tono habitual y se fue, dejándolos solo al demonio y a él.
Pero no por mucho. Sus ojos pesaban y no resistió más. Finalmente, cayó rendido y se desmayó.
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