v e i n t i s é i s (e13)

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Después de los juegos, Maia refugió en ella misma, no habló con nadie mientras estuvieron en el Capitolio, mucho menos en el trayecto a casa. Apenas comía y, por las ojeras que le surcaban el rostro, podía verse que tampoco dormía.

Finnick había intentado acercarse a ella pero la chica no daba pie para entablar ninguna conversación, estaba tan deprimida que no podía hacer nada: ni dormir, ni comer, ni entretenerse con ninguna actividad. Lo único que hacía era cumplir con los deberes que el Capitolio le imponía, asistiendo a fiestas con Finnick hasta que llegó el momento de volver a casa.

Tampoco hablaba con Annie, había dejado de discutir con ella y dejaba que se acercara a Finnick, quien no hacía nada para evitarlo pero tampoco para provocarlo.

Al llegar a casa, su madre las recibió a ambas con un abrazo. Maia ni siquiera le correspondió, se apresuró a subir a su habitación y encerrarse de un portazo.

En ese momento apenas podía sentir algo, era tanta la tristeza que la inundaba, el odio hirviéndole en la sangre, que dejaba de sentirlo. Se había acostumbrado a que ese sentir permanecería ahí, quizá lo único que haría sería empeorar con el tiempo.

Sin embargo, a pesar de que sus emociones no trabajaban con normalidad, le molestaba Annie. La pelirroja estaba como si nada, como si Marie y Dan no hubieran muerto, como si no hubiera visto cómo se desangraban. La odiaba, odiaba que vivía con naturalidad y en un maldito cuento de hadas del que ella no era parte ni podría serlo nunca ya que, para que Annie pudiera tener su patética fantasía, Maia debía sacrificarse.

En algunos momentos, donde el enojo aumentaba, había pensado en integrarla a la vida del Capitolio, a ver si continuaba sonriendo. No lo había hecho, de sobra sabía que no era correcto pero, conforme pasaba el tiempo, las ganas aumentaban. Su vida continuaría igual, seguiría viajando al Capitolio con regularidad, entrenando tributos y fingiendo ante las cámaras; ¿por qué ella debía hacer todo eso mientras Annie se concentraba en Finnick? Viéndolo desde un punto de vista imparcial, lo justo sería que ambas compartieran las "responsabilidades" de ser vencedoras, no sólo ella.

En fin, eran sólo pensamientos, Maia no haría nunca nada para lastimar a Annie de esa manera. Si ocurría lo que ocurría con Finnick era porque estaba enamorada de él y poco podía hacer para evitarlo, lo amaba y la idea de tenerlo lejos la aterraba. No obstante, esos últimos días no había ni siquiera podido hablar con él, con nadie en realidad; sólo quería encerrarse en su habitación y tumbarse en la cama aunque no pudiera dormir, aunque no pudiera hacer nada más que observar el techo. Le costaba imaginarse realizando actividades, su cuerpo estaba cansado y ni se diga ella, sólo podía suplicar porque todo terminara.

No durmió en toda la noche. Cuando bajó a desayunar, la cabeza le explotaba y le dolía ver la luz colándose por las ventanas. Sabía lo mal que lucía, estaba mucho más delgada y su piel estaba pálida, muy pálida.

Al cabo de unos minutos apareció su madre, haciéndola apurar la comida, la cual consistía en un pedazo de pan, de sólo pensar en comer algo más se le revolvía el estómago.

—Tienes que comer, Maia —la regañó su madre, tendiéndole un plato con carnes frías.

—Estoy bien.

Su madre no insistió, simplemente negó con la cabeza y respiró con fuerza.

—Por cierto, hablé con tu hermana.

Maia no dijo nada, simplemente se puso de pie para poder lavar su plato, su madre la siguió.

—No está bien —la regañó—. ¿Qué es eso de acostarte con Odair en la sala? Bastante con las fiestas a las que vas.

shadow || finnick odairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora