Epílogo

1.3K 153 66
                                    

Dos años después

—Oh mamá—. Emma se quedó quieta, con los ojos muy abiertos y brillantes, y las yemas de los dedos de una mano cubriendo sus labios.

—No llores—, dijo Kara por encima del hombro con una tierna sonrisa. —Arruinarás tu maquillaje.

Emma asintió y pareció tomarse un momento para recuperar su yo de doce años. Sus ojos se encontraron en el espejo frente al que estaba Kara. —Te ves tan hermosa.

La sonrisa de Kara parecía como si nunca hubiera abandonado su rostro últimamente. Miró su propio reflejo, luego el de su hija, y sintió que su corazón se llenaba un poco más, algo que no creía que fuera posible en los últimos dos años. —Tú eres quien para hablar—, dijo, girándose para mirar a su hija cara a cara. —Mírate, eres tan…— Buscó una descripción diferente a la que le vino a la cabeza, pero sin suerte, así que se resignó. —Eres tan mayor.

Emma extendió la mano y quitó una pelusa invisible del vestido de Kara, luego jugó con un rizo en la punta de su cabello. —Deberías usar tu cabello así con más frecuencia. Se ve genial.

Kara no tuvo el valor de decirle que le había costado un ojo de la cara conseguir que su cabello se viera así, y que después de hoy, volvería a su champú habitual y a la plancha que  había comprado en Amazon. ¿Pero hoy? Hoy todo era sobre lo mejor. Quería lucir lo mejor posible. Quería que la comida fuera la mejor. Le había comprado a su hija el vestido que más le gustaba. Todo porque estaba a punto de casarse con la mejor. No sólo la mejor mujer que había conocido, sino la mejor persona. La mejor humana. ¿Cómo diablos había tenido tanta suerte?

La puerta de la trastienda de la iglesia se abrió de nuevo, y esta vez era Alex, que regresaba de su misión de encontrar...

—¡Lo tengo!— Sacó una botella abierta de vino blanco de detrás de su espalda.

—Gracias—, dijo Kara riendo, extendiendo la mano y moviendo los dedos. —Estoy muy nerviosa. Sólo necesito relajarme—. Al darse cuenta de que no había vasos ni tazas, se inclinó hacia adelante para apartar su vestido y bebió directamente de la botella. No era vino caro, pero estaba frío y era alcohol, y funcionó. Le devolvió la botella a Alex, quien tomó un sorbo y luego se la pasó a Emma. Ante la mirada incrédula de Kara, ella levantó un hombro medio encogiéndose de hombros.

Emma tomó un sorbo, hizo una mueca y le devolvió la botella. Cuando se dio la vuelta, Alex se acercó lo suficiente a Kara para susurrar: —Débil. Igual que su madre.

Kara la golpeó con un hombro justo cuando la puerta se volvió abrir pero esta vez era Imra.

—Kara tienes que ver la iglesia—, dijo . —Es tan bonito ahí fuera con las luces centelleantes, el muérdago, las guirnaldas plateadas y esas cosas. Es como una tierra navideña mágica.

Luego las tres se pararon frente al espejo. Emma se unió a ellas y Kara se quedó mirándolas a las cuatro. Ella y sus damas de honor. Estaban impresionantes con sus vestidos rojos a juego. Su propio vestido era precioso. Hombros descubiertos, cintura estrecha y encaje, ceñía sus caderas de la manera más favorecedora. Sin velo, sólo un poco de tul y muérdago entretejido en su cabello.

—Lena se va a desmayar cuando te vea—, dijo Imra en voz baja, y Emma asintió en señal de acuerdo.

Kara se encontró con los ojos de Imra en el espejo, luego con los de Emma y al final con los de Alex. —Ustedes tres—, dijo, y evitar ahogarse de repente se convirtió en la cosa más difícil del mundo. Unió sus manos y las sostuvo entre las suyas. —No sé qué haría sin ustedes. Gracias por estar aquí—. Cuando notó que las cuatro estaban al borde de las lágrimas, agregó: —Las besaría, pero no puedo permitirme el lujo de rehacerles el maquillaje—. Sus damas de honor se rieron y luego Kara dijo: —¿Pueden darme un minuto?.

ʀᴇᴀᴅʏ ꜰᴏʀ ʜᴇʀ /SᴜᴘᴇʀCᴏʀᴘ / AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora