Me senté en el sillón blanco, para que Sabrina y yo diéramos inicio a la sesión del martes. Ella estaba preparando todo lo necesario para tomar unos mates. Me dediqué a admirar su curvilínea figura, embutida en un ajustado pantalón de gabardina blanco. La tela se le pegaba tanto al cuerpo que cuando se inclinó levemente hacia adelante, para alcanzar el termo que estaba en su escritorio, creí que el pantalón iba a estallar. Pensé que su culo tiene un tamaño demasiado grande como para ser contenido por algo tan ajustado; lo que no podía discutir era que le quedaba de maravilla. Para colmo estaba usando zapatos con tacos, lo cual estilizaba aún más su figura, y le levantaba la cola. Casi se me pone dura la verga antes de comenzar con la sesión.
Entre la psicóloga y yo existe una relación de complicidad que crece con cada nueva reunión, por eso le dije:
—Te queda muy bien ese pantalón.
Ella giró la cabeza hacia mí y tensó aún más la cola, como si me estuviera diciendo: "Mirala tranquilo".
—Muchas gracias, la verdad es que no acostumbro a vestirme de esta forma, por lo general prefiero ropa más cómoda. Me sentía algo incómoda, pero si vos decís que me queda bien, te creo. Sos un tipo honesto.
—Sí, y lo digo muy en serio, te queda de maravilla. —Le estaba mirando el orto sin ningún tipo de disimulo, y a ella no parecía molestarle.
—Ya que sos tan sincero, decime la verdad: ¿Se nota mucho que tengo puesta una tanga?
La pregunta me sorprendió, pero llevarse sorpresas con Sabrina es lo normal. Creo que ya me estoy acostumbrando. Miré sus grandes nalgas y las analicé detenidamente, como si estuviera contemplando una obra de arte... que bueno, se puede decir que ese culo es una obra de arte. Justo encima de sus nalgas se podía ver un triangulito más oscuro que, definitivamente, se trataba de la tanga.
—Sí, tengo que reconocer que se nota, y además parece ser una tanga muy chiquita.
—Es re chiquita, se me encaja toda en el orto —aún me causaba mucho impacto escuchar que hablara de esa manera—. Es un poquito incómoda, pero si me queda bien, tal vez valga la pena.
—Te queda preciosa... y el pantalón también. Todo. ¿Puedo preguntar algo? Sin ánimo de ofender...
—Podés preguntarlo —giró hacia mí, con el mate y el termo, y se sentó en el otro sillón blanco, el que estaba justo frente a mí. Me miró como si fuera una profesora muy severa—. Sin embargo no te garantizo una respuesta. Al menos te puedo decir que no me voy a ofender, preguntá con total libertad.
—Con que no te ofendas, me alcanza. La pregunta tiene que ver con tu profesión, es decir, siempre creí que los psicólogos debían vestirse de una forma... discreta, algo que no llamara demasiado la atención del paciente. Sin embargo últimamente vengo notando que vos te vestís muy sexy, con minifaldas y pantalones muy ajustados. ¿No pensás que eso puede ser contraproducente para la terapia?
—Depende de qué terapia —dijo, con seguridad, luego de tomar el primer mate. Cebó otro y me lo alcanzó a mí—. Normalmente me vestiría de forma muy discreta, de hecho los únicos días que me visto así son los martes y los jueves. Si me vieras un miércoles, estaría vestida como una señora de noventa años.
—¿Y por qué los martes y los jueves? Voy a terminar pensando que te vestís así por mí —me sentí un idiota apenas terminé de decir esas palabras, y más imbécil me hizo sentir la respuesta de Sabrina.
Soltó una risita y dijo:
—No, en realidad me visto así por el paciente que viene a sesión justo antes que vos. —Toda esa ilusión que yo tenía de haber establecido una conexión especial con mi psicóloga, comenzó a desmoronarse.
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Transferencia Erótica
General FictionHoracio está afligido por un secreto que guardó durante muchos años, por eso empezará una terapia con una psicóloga muy particular, llamada Sabrina. Con ella descubrirá que la terapia no se parece en nada a lo que había imaginado.