Lamentablemente Romina no pudo quedarse más días conmigo, porque tuvo que regresar a su trabajo. Sin embargo, el sábado por la noche volvió a visitarme y trajo bastante ropa en sus bolsos, como si pensara quedarse mucho tiempo... o quizás como si ya estuviera anticipando una pronta mudanza a mi departamento. Cualquiera de las dos ideas me entusiasmaba. Aún no me había puesto a pensar qué cambios implicaría que volviéramos a estar en pareja, de todas maneras tenía tiempo para eso, no debía apresurarme. Ahora era el momento de disfrutar de nuestra reconciliación.
Romina llegó vestida con unas provocativas medias de red, una minifalda de cuero negro que le quedaba tan ajustada que temí que en cualquier momento se rompiera, un top negro muy escotado y zapatos de plataforma del mismo color. Como si este abuso de tonos oscuros no fuera suficiente, también tenía los labios y las uñas pintadas de negro.
—¿Ahora resulta que sos una vampiresa? —Le pregunté, justo antes de darle un cálido beso en la boca.
—No, significa que ando muy caliente. Así me visto cuando quiero que me garchen bien garchada.
—¿Y qué tenés en mente para esta noche? ¿Vas a salir con alguno de tus amiguitos?
—Ganas no me faltan, me haría bien sentir una pija bien gorda dentro del orto... pero hoy tendré que conformarme con la tuya —me agarró el bulto por encima del pantalón—. Por suerte traje el juguetito que me dio Sabrina. —Sacó el dildo del bolso y lo sacudió delante de mis ojos—. Con esto al menos voy a sentir la penetración.
Sí, ya sé que ella hizo referencia a que mi pene es pequeño y no la satisface, pero ¿qué puedo decir? Estoy mal de la cabeza. Me calienta que me diga esas cosas. Y ya viene siendo hora de aprender a convivir con esto, sin sentirme culpable. ¿O la culpa también es parte del proceso? Esto de ser masoquista no es fácil de entender, ni siquiera para mí.
Estábamos besándonos cuando sonó el celular de Romina, ella me dejó de lado de inmediato y se apresuró a atender su teléfono. Sonrió al ver la pantalla.
—Perdón —dijo—. Es que antes de venir le mandé unas fotos a Sabrina, mostrándole cómo estaba vestida, y ella me respondió con más fotos. Al parecer espera tener acción esta noche.
—Em... ¿puedo ver las fotos?
—Qué pajero que sos —soltó una risita—. Sí, podés verla. No me pongo celosa de Sabrina. Al contrario, esa chica me produce algo... especial.
Admiramos las fotos de Sabrina, la psicóloga estaba vestida de forma similar a la que usaba esos días especiales en el consultorio. También tenía una minifalda muy cortita y nos mostró cómo se le veía la tanga apenas se agachaba un poco. También mandó una foto con las piernas abiertas, mostrando su concha mordiendo la tela de la tanga.
—¿A ver cómo está esa concha? —Le preguntó Romina, en un mensaje de voz.
Casi al instante nos llegó otra foto, un primer plano de la concha de Sabrina, esta vez ya sin tanga.
—¡Uy, la tenés preciosa, bien depiladita! Me encanta. —Dijo Romina, en otro mensaje de voz—. Sabés que a mí no me gustan las mujeres, pero esa concha me la comería toda —para mí ese comentario fue tan sorprendente como excitante—. Definitivamente tenés que usar esa minifalda sin tanga. Por cierto, yo ya estoy lista para ponerme al día con Horacio... y traje el juguetito que me regalaste.
Sacó una foto al dildo. Después de enviarla, junto con el mensaje de voz, el celular de Romina comenzó a sonar. Era una llamada.
—¡Hola, Sabri! Ajá... sí... te juro que te queda preciosa sin la tanga. Además va a hacer las cosas más sencillas cuando empiece la acción. Ajá... sí... traje bastante lubricante para el dildo, me lo voy a meter por todos lados. —Aguardó unos segundos y escuchó lo que Sabrina le decía—. ¡Upa! ¿Te parece? Ajá... sí... em... bueno, a mí la idea no me desagrada... pero no sé qué pensará Horacio. —Otra vez hizo silencio—. Si vos lo decís... sí, sí... lo entendí de esa manera. Puede ser interesante. Ajá... bueno, si a Horacio no le molesta. Ah... ok... bueno, dale. Lo voy a intentar. Después te cuento cómo me fue.... ¡Gracias! Vos también pasala lindo. Te mando un beso grande... y sí, claro que te voy a pasar fotos... y vos tenés que hacer lo mismo. Quiero ver cómo te garchan toda.
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Transferencia Erótica
General FictionHoracio está afligido por un secreto que guardó durante muchos años, por eso empezará una terapia con una psicóloga muy particular, llamada Sabrina. Con ella descubrirá que la terapia no se parece en nada a lo que había imaginado.