Naruto:
El día que el mundo se acabó, una extraña alegría invadió el aire, como si un velo de locura cubriera la realidad. Mamá y papá bailaron en medio de la sala, sus cuerpos se movían con una ligereza que contrastaba con la confusión que sentía. No entendía por qué celebraban, mientras yo observaba con una mezcla de temor y curiosidad.
Ellos siempre decían que cuando llegara el día del juicio final, el mundo se daría vuelta, y el paraíso quedaría escondido bajo tierra, mientras que el infierno se manifestaría arriba. Con esta creencia arraigada en sus corazones, se dedicaron a enterrar todo lo que poseían: planificadores llenos de sueños, instalaciones de energía que podrían iluminar vidas, instalaciones médicas listas para salvar, granjas de plantas rebosantes de vida, áreas para hacer ejercicio y liberar tensiones, campos de tiro que retumbaban con ecos de resistencia, un acuario vibrante donde peces comestibles nadaban en armonía, manteniendo un ecosistema perfecto. Incluso habían almacenado armas y suficiente comida como para no tener que preocuparse por el futuro.
Debían estar contentos, sintiendo que finalmente el paraíso que habían creado con tanto esfuerzo tenía un propósito.
—No importa lo que diga el mundo, nosotros teníamos la razón —habló mi padre con voz firme, una convicción que resonaba en su pecho.
—Sí, cariño —respondió mi madre, su mirada llena de amor y seguridad.
Sin embargo, todas las latas de comida con fechas de caducidad absurdamente extendidas tenían un sabor desagradable, pero, al menos, era mejor que morir de hambre.
—Mañana vamos a pescar en el acuario —me instruyó mi madre—. Sostén la cuchara correctamente —me regañó, ajustando mi agarre con manos firmes y cálidas.
Aquel lugar, comparado con el mundo exterior, era realmente un paraíso. Sin embargo, todo cambió cuando mi papá subió al infierno para traer a mi abuela, pero nunca regresó al paraíso. Su ausencia dejó un vacío helado, un eco de su risa que se desvanecía con cada día que pasaba.
Ahora, quedábamos yo, mi madre, y suficiente comida enlatada para sobrevivir durante 80 años. Ella, que había sido doctora, atrapó un conejo en una trampa y me hizo jugar a ser doctor.
Aprendí a cortar, coser y desinfectar, habilidades que transformaron mi niñez en una serie de lecciones sobre la vida y la muerte. Era agradable, aunque anhelaba los elogios de mi padre, quien solía decir que, de no ser por la situación del mundo, habría llegado a ser un gran médico.
Seis meses después de la desaparición de mi padre, mi madre, con una mirada distante, me dijo que "esto debería ser suficiente" y salió sola, dejando un silencio que se apoderó de nuestro hogar.
Ahora, solo quedé yo en el paraíso, con suficientes latas de comida en conserva para durar 120 años. Había estado entrenando para vivir aquí desde antes del apocalipsis; mamá y papá habían dejado miles de manuales y repuestos por si acaso.
Hice todo lo que pude a tan corta edad, apenas 10 años. Pero si eran tan meticulosos, ¿por qué la gente llamaba psicópatas a mamá y papá?
Así pasé nueve años, atrapado en un entorno perfecto: un cuerpo saludable, suficiente comida y un manual para enfrentar cualquier tipo de situación. Sin embargo, sobrevivir solo no era nada fácil. A veces salía a recoger buenas ramas, un pequeño entretenimiento que me mantenía ocupado. También jugaba con una pelota; cada día era perfecto en su simplicidad. Pero algo comenzó a tornarse extraño en mi interior.
No es que me salieran lágrimas, pero deseaba llorar. Pasaba días enteros dormido, a menudo olvidando alimentar a los peces. La pelota no regresaba si no había alguien que la lanzara de vuelta, y las hermosas ramas que recogía simplemente se pudrían en el rincón.
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Habitaciones sin ventanas (Narusasu)
Fanfic"Déjame cuidarte, no te haré daño, solo... No te vayas de mi lado" ¿Síndrome de Estocolmo? Inspirado en el BL "Habitaciones sin ventanas" Esta historia es una adaptación.