Capítulo 1: Porque sí.

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"Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales"

Efesios 6:12.

Rusia. 25/12/2024. Vladimir Kaspárov.

Los ruidos de las sirenas y del caos despertaron a Vladimir ¿Cuánto tiempo había dormido? Desde luego no el suficiente. Miró alrededor, a la ordenada habitación. Su casa era el reflejo de su vida. Ordenada. Limpia.

El ruido de las sirenas seguía allí afuera. No era habitual tanto jaleo. No a esas horas. No importaba. El mundo exterior era un caos, su vida no debía guiarse por aquellos que no seguían un orden.

Como siempre, al levantarse, siguió los mismos pasos. Lo primero era arreglar la cama. Las esquinas debían quedar perfectas. No podía haber arrugas. No podían existir los desperfectos. No quería irregularidades en su vida.

Una vez terminada una tarea, era hora de proseguir con la siguiente. En este caso, entrenar. Realizó la misma rutina de siempre. Le gustaban las series. En primer lugar, cinco series de diez dominadas. Luego otras diez de diez flexiones y lo mismo con los abdominales. También corrió media hora en la bicicleta estática que tenía en una esquina de la habitación. Tener un cuerpo sano, un cuerpo fuerte, le permitía a uno poder enfrentarse a las posibles eventualidades a las que te enfrentaba la vida. No quería que aquello le pillara en un estado de debilidad. Debía estar preparado para hacer frente a cualquier posible situación.

Acto seguido, como de costumbre, fue al baño, como siempre, abrió la puerta con la zurda, debía dejar la mano buena siempre libre, y se miró al espejo. Su rostro, tan duro como de costumbre, destacaba por una cicatriz en la sien. Un proyectil que casi le había costado la vida. Quitó una losa de la pared y sacó una navaja con la que procedió a afeitarse.

Todo debía seguir un orden. El caos no tenía lugar en su vida. El caos era impredecible. Lo impredecible podía matarte.

Cuando se hubo afeitado, se duchó escuchando el canto de las sirenas y de los helicópteros ¿Hoy estaba todo más ruidoso ahí fuera o solo era producto de su imaginación? Muchas veces la mente le había jugado malas pasadas, por lo que ahora solo creía en lo que podía ver. En lo que podía ver y, por supuesto, en Dios. Dios, el orden en su mayor expresión. La medida de todas las cosas. La perfección.

Al salir del baño, se vistió. Como siempre, ropa sencilla, de colores oscuros. Tampoco es que tuviera mucho donde elegir. La ropa de su armario consistía en 4 camisetas negras, dos pantalones vaqueros, dos pares de botas y una chaqueta de cuero. Nunca había sido aficionado a los excesos. Le gustaba lo sencillo, disfrutaba de la austeridad. Su casa, de hecho, era un reflejo de aquella austeridad. Tenía el tamaño justo. Y disponía de poco más de lo que él consideraba imprescindible. Una cama, una bicicleta estática, una cocina que no constaba ni de horno ni de microondas y un baño. No tenía ni televisor, ni ordenador, ni nada de lo que hoy en día era tan popular entre las nuevas generaciones. Solo lo imprescindible.

El siguiente paso en su rutina era salir a comprar para posteriormente desayunar. Por lo que, una vez vestido, cogió las llaves y abandonó el piso dejando, como siempre, la manilla de la puerta a 87° para asegurarse de que nadie la había tocado para cuando volviera.

Ya en el corredor del edificio, de camino a la puerta, el ruido se hacía notar con más intensidad, pero este aumentó al salir a la calle.

Orden ¿Dónde estaba el orden? Hoy todo era diferente. La gente estaba agitada, inquieta. En el cielo, los KA-52 Alligator, los helicópteros de combate ruso, volaban imponentes en formación hacia un rumbo que, por el momento, desconocía. Asimismo, por las carreteras circulaban tanques T-90 junto con otros vehículos blindados.

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⏰ Última actualización: Jun 24 ⏰

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